La Nochebuena de Fangio y los Talbot en las 500 de Rafaela

Miguel González - Es 24 de diciembre. Esta noche hay fiesta familiar, reencuentros, abrazos. Vienen los tíos de Córdoba y los pibes ya están ansiosos esperando el regalo. No, no hay pandemia, olvidate de las malas ondas. Todo es fiesta. Hay preparativos, claro: ¿está el hielo para enfriar las bebidas? ¿Ya está limpio el lechoncito? Miren que hay que cocinarlo temprano para que esté frío a la noche… Cuidado con las papas y la mayonesa, que no pierdan frío a ver si después nos enfermamos. ¿El ananá para la ensalada de frutas? ¿Probaron si anda la prolongación para conectar la luz en el patio?
-Está todo, mamá, calmate.
- ¿Y papá? ¿Fue a comprar el carbón o dónde se metió? Desde temprano que se fue y no apareció más.
- Está en la pista. Acordate que hoy hay carreras.
-¿Quéééé? ¿Carrera de qué?
-Uh, mamá, se corren las 500 Millas. Y yo también me voy para allá, me están esperando….
Un diálogo de esta naturaleza sería impensable en este 2021, porque no hay competencias deportivas en el día de Nochebuena. Pero hace hoy exactamente 70 años fue una conversación perfectamente posible en cualquier casa de Rafaela y la región donde palpitaran el ruido de motores y los acontecimientos sociales. Porque el domingo 24 de diciembre de 1950 la pista dibujada en unos caminos rurales ubicados al oeste de Rafaela. Comenzaba su despedida gloriosa antes de mudarse al óvalo –en 1953- con una carrera que marcaría un hito excepcional en la historia singular de las 500 Millas Argentinas y en la convivencia secular de Atlético de Rafaela con el automovilismo. Ese domingo de Nochebuena se disputó una edición de las 500 Millas Argentinas con un protagonista de excepción: Juan Manuel Fangio, en la única presentación en las 500 de Rafaela de quien sería quíntuple campeón del mundo en esa misma década.

Nochebuena de estrellas

Era el ’50, pleno auge del primer gobierno de Perón. Hacía un año nada más que las mujeres habían logrado el derecho al voto y la promoción del deporte era política de Estado. No se compraban carreras, como hacen los gobiernos provinciales hoy en día, pero había un interés político marcado en el desempeño de deportistas brillantes, como era el caso de Fangio.

Cuentan las crónicas que el calendario de las 500 Millas Argentinas marcaba la fecha del 2 de diciembre, que ya era un desafío: mucho calor y alta probabilidad de lluvias. Y lo temido ocurrió: el viernes 30 de noviembre, día de las pruebas de clasificación, amaneció lloviendo. Siguió el sábado 1 y la pista de tierra compactada, se hizo intransitable. La carrera se postergó. Y la fecha fijada, mirada con los ojos de este siglo, parecía imposible: 24 de diciembre. Sí, se correrían las 500 Millas el día de Nochebuena. Era el único día que tenía libre el invitado principal. Y con él, los coprotagonistas de lujo: José Froilán González y el francés Louis Rosier.

Fangio venía de ser subcampeón mundial en la primera temporada oficial de la F 1, y se preparaba para convertirse en leyenda con una seguidilla de títulos. El Cabezón Froilán no le iba en zaga: ganaría en Silverstone, Inglaterra, a los pocos meses, la primera victoria de una marca italiana que empezaba a hacerse su lugar en el mundo: Ferrari. ¿Rosier? Su palmarés indicaba que había ganado las 24 Horas de Le Mans de ese mismo año, con un Talbot. Los tres ases estaban en Rafaela, junto con sus máquinas francesas, unos Talbot Lago que el inolvidable colega Alfredo Parga había descripto con su prosa inimitable: máquinas de "rancio linaje, concebidas, construidas y preparadas para rodar sobre el más aterciopelado piso de las mejores pistas del mundo y que ahora se animaban a caminar la tierra de Rafaela". Autos de nivel internacional. Fangio usaría el mismo coche con el que ganó en Rafaela para correr las 24 Horas de Le Mans de 1951.

Todavía hay fotos en los arcones familiares, invariablemente en blanco y negro, de Juan Manuel Fangio compartiendo alguna peña entre rafaelinos que pugnaban por aparecer a su lado, en tiempos en que nadie imaginaba las selfies para las redes sociales. Ubíquese el lector en la época: fin de semana largo, domingo de Nochebuena, correr 500 Millas a casi 200 kms. por hora de promedio, en el medio de la pampa gringa –Rafaela apenas había pasado de aldea a ciudad-, resignando la fiesta con la familia porque no había rutas (la 34 se construiría recién quince años después) para volver, ni aviones para regresar rápidamente a los lugares de origen. Correr en el domingo de Nochebuena implicaba, para pilotos, mecánicos y buena parte del público, pasar Navidad en Rafaela. Fangio, Froilán, Rosier y los otros participantes, todos en la misma condición. Todos apasionados.

Ellos y la multitud, por supuesto. Porque no sólo los nombres consagrados atraían. Los Talbot franceses habían ayudado a convocar a una multitud enfervorizada a los campos del oeste de Rafaela. Aunque el calendario marcaba Nochebuena. A la mañana del sábado 23 llovieron 10 mm., Fangio clavó la pole a 207,980 km por hora. En la tierra mojada los Talbot volaban, pero sólo el Chueco y Froilán habían superado los 200 km por hora de promedio en la vuelta más rápida.

Genio y maestro

De aquel día glorioso en que Fangio exhibió el peso de sus zapatos sobre la pedalera del auto francés en las 500 de Rafaela quedan recuerdos, imágenes imperecederas. Las tres Talbot en la primera fila, ahí en lo que hoy es la prolongación de Bv. Roca, casi en la intersección con la Variante Rafaela, son una postal eterna de las 500 Millas. Y todos los ojos estaban puestos en Fangio, incluso lo de sus colegas pilotos. Por eso el comisario deportivo adjunto, Ángel Neira, se lo llevó aparte a Fangio antes de comenzar la actividad, para hacerle un pedido muy especial. ¿Qué le solicitó? Que usara el casco reglamentario. "Si no lo usa usted, no se lo pone nadie", le rogó. El Chueco le hizo caso, porque era un maestro en todo sentido. Y fueron las primeras 500 Millas en donde los pilotos utilizaron un casco reglamentario, medida de seguridad precaria, pero que para la época significaba todo un paso adelante.

Dominaron los Talbot, claro. A las 5 vueltas, Fangio lideraba con un promedio de 183,54 km por hora por vuelta. La lucha se había reducido a un duelo entre Fangio y Rosier, porque González lidiaba con un problema de bujías que primero lo mandó a boxes y luego lo hizo abandonar. Con veinte vueltas, los Talbot ya le habían sacado una vuelta a los Mercedes de José Fanto y Luis Brossutti.

Al llegar a la meta, con 92 giros al circuito rafaelino, Fangio le había sacado un minuto y 22 segundos a su compañero de equipo Rosier, y ocho vueltas al tercero, Brosutti, con Mercedes. Fangio acababa de correr una de sus últimas competencias en suelo argentino, y estaba ya en el camino a convertirse en una leyenda mundial, obteniendo 5 campeonatos mundiales a partir de 1951, el año que comenzaría a la semana siguiente de aquellas 500 Millas legendarias. En los relojes, el Chueco de Balcarce había roto todos los antecedentes previos: en 4 horas, 32 segundos y 37 centésimas, promedió –circuito de tierra, a no olvidarlo- 177,09 kms. por hora.  Un ritmo infernal, que también dejó otro dato: el récord de vuelta al circuito de 8.746,1 metros que se había dibujado en la prolongación de Bv. Roca fue a 201.06 km/h.

Números. Marcas. Hitos. Hace 70 años se fijó uno de los más importantes en la historia deportiva de Rafaela. El día de Nochebuena en que un tal Juan Manuel Fangio ganaba las 500 Millas Argentinas de Rafaela.
-Vieja, volvimos! No sabés lo que fue!!! Qué máquinas! Ganó Fangio, Vieja!!!!
- Que Fangio ni Fangio…. Están por llegar los abuelos y las bebidas todavía están sin enfriar….y ustedes en la pista!
- Pero si el abuelo está con nosotros, mirá si se iba a perder la carrera…. Dale Viejita que nos ponemos a ayudar…. Qué carrera, por Dios!