La esperanza y la desesperanza

Por Oscar Martínez. "Sostengo con dos manos la esperanza porque sé que es el único aliento que vive a la intemperie. Y no escondo mi palabra, salgo a vivir con el alma descubierta. El corazón que no canta no ejerce su oficio con altura. Lo humano es que el alma no incline su rodilla", Roberto Jorge Santoro.
    Juro que salté de mi asiento como una semana atrás. Después que a los tres segundos del arranque del partido dispuso de una situación de gol clarísima, una tremenda volea de Jonás Aguirre hizo estallar al estadio. Y a mí. Noche de viernes de un verano con aires de otoños lejanos, con poca gente en las tribunas, rival típico del ascenso y un equipo de Atlético que llega jaqueado por resultados adversos y peores rendimientos. Necesitaba cambiar su imagen y, fundamentalmente, ganar. Y el equipo comienza a logarlo desde el inicio. Estamos ganando..., ¡estamos ganando!, grité. Pero el tipo de al lado me miró con angustia. ¿Y si perdemos?, me dijo con la mirada. Entonces comencé a recitar a Santoro, para adelante y para atrás, como para ahuyentar fantasmas. Y se venían. 
El fútbol es un territorio emocional donde entra de todo, incluso batallas conceptuales arcaicas como el Bilardismo y el Menottismo. "Soy un esquizofrénico menottista que ha salido campeón del mundo con Bilardo. Esta semana HBO estrenó en Argentina una serie: Bilardo: el doctor del fútbol. Seguro que tendrá mucho éxito por el atractivo del personaje: apasionado, detallista, exigente, austero, médico que nunca ejerció, político que fracasó y pragmático con una obsesión ganadora que bordeaba los límites de la ética. En crónicas de la serie, leí que Bilardo ganó aquella guerra cultural. Eso significa que yo la perdí. Lo que en días de guerra de verdad no parece tan importante", escribió Jorge Valdano en su columna del diario El País, de Madrid, el 5 de marzo. Coincido en todo. Incluso en lo de perder. Sin embargo, en el resto hace consideraciones sobre jugar bien o perder. Y no creo que sea ese el eje de una discusión. Este es un juego en el que, como el boxeo, puede ganar el que está al borde de la derrota o el que claramente merece perder. El futbol puede ser injusto, y tal vez por eso es tan apasionante. Pero queda claro que cuando uno juega bien, con el estilo que elija, tendrá más chances de ganar.
Atlético, este Atlético, no tiene estilo. Porque no se puede tomar como tal el de aguantar los partidos. Hace una semana, ante Flandria, un equipo muy pobre, empezó ganando igual que este viernes, pero nunca más pateó al arco y terminó perdiendo merecidamente. Esta vez, la mala puntería de los hombres de Temperley y la descomunal actuación del arquero Julio César Salvá, le permitieron ganar injustamente. Pero legalmente. La victoria siempre es curativa, regala tiempo, quita presiones, afloja entrecejos y despierta la esperanza. Claro que hay que decidirse y aprovecharla. En el caso de Atlético, deberá elegir a que quiere jugar e intentarlo. No se puede recurrir siempre a la filosofía del aguante. Porque cada vez que se pierda se quedará parado al borde del abismo. Y si las derrotas se repiten, la caída será inevitable.
Las grandes aventuras necesitan del riesgo, las campañas exitosas se solventan con algo más que seriedad y convicción. Este plantel tiene algunos futbolistas capaces de darle brillo al juego. Pero necesitan tener respaldo, convencerse que pueden hacerlo y encontrar socios. Al futbol se juega con la pelota, y para eso hay que animarse a tenerla en los pies. "El fútbol no es un deporte en el que el éxito lo consiguen los que corren más rápido y los que saltan más alto, sino un juego con una lógica que se rompe con el virtuosismo de un regate, el engaño de un amague o la genialidad de un valiente que, con un toque, pone a un estadio patas arribas. Entre ganar o perder, elijo ganar. Entre jugar bien o mal, me quedo con jugar bien. Y que la batalla cultural la gane el mejor", vuelve a decir Valdano.
Ganamos. ¡Ganamos! Dice Buda que "La máxima victoria es la que se gana sobre uno mismo". Este Atlético que descree de sus propias fuerzas debe mirar cada uno de sus pocos ataques, de sus escasas jugadas asociadas, y entender que pueden hacer muchas más. Ganamos, en casa, es la segunda victoria consecutiva y el tercer partido sin derrota en el Monumental. Entre la esperanza y la desesperanza siempre elijo la primera. Ojalá este Atlético haga lo mismo.