Crítica de Doña Elena

Debo reconocer que a pesar de releer varias veces esta crónica, buscando detalles en el relato que me dieran una visión más amplia de los hechos, mi mente volvía una y otra vez a la fuerte presencia de Doña Elena.

Si bien por momentos se presentan hechos paralelos que alejan la atención del lector, son sólo eso, breves viajes a las costumbres y códigos del barrio que incluían "ajustes de cuentas" a cuchilladas y muertes violentas sin sentido.

La verdadera protagonista es Doña Elena, una mujer de humilde origen, pero fuerte carácter y convicciones firmes, muy inusual para la época.

Pareciera que su búsqueda en la vida era la de encontrar un "compañero" que la respetara y cuidara como ella deseaba.

No sabemos cómo terminó su primer matrimonio, ni el tercero. Pero queda claro que en ellos no fue feliz.

Por lo tanto, fijamos la mirada en su unión con Don Manuel.

Hombre de hábitos violentos y altaneros, pero aceptados por el entorno y bien vistos por otros pares que le seguían en sus días y noches oscuras.

Doña Elena se casa con él y pronto marca los límites: a ella no se la golpeaba ni insultaba porque era mujer y ése era el trato.

Don Manuel aceptó silenciosamente las nuevas normas. Sólo por amor se producen estos cambios tan importantes, ni por conveniencia, ni por dinero.

Y sí, creo que se enamoraron a su manera, que finalmente Doña Elena encontró a su "compañero", el que caminaba en la vida a su lado.

El autor nos acostumbró a los finales abiertos, sin respuestas. Quizás para que nuestra imaginación guiada por los deseos, los cuestionen o les dé un cierre.

Sabemos que Doña Elena fue feliz con Don Manuel y nada más.

No concuerdo con María en que su amiga no soportaba la soledad.

Una mujer con su personalidad hubiera podido enfrentar al mundo de ser necesario.

Doña Elena sólo buscaba, lo que muchas mujeres desean, hace 70 años atrás y aún hoy: ser valorada por la mujer que era, y sólo valora el que ama.