Qué desastre tan espléndido

Por Oscar Martínez - La canción se llama God (Dios) y está Plastic Ono Band, el primer álbum que John Lennon grabó como solista, en 1970, después de la separación de los Beatles. Su letra tiene algo más de contenido que las de L-Gante. "God is a concept by which we measure our pain", o sea "Dios es un concepto por el cual medimos nuestro dolor", repite, dos veces, antes de cantar. ¿Cuál es nuestra medida? Porque en realidad se trata de una suma de sentimientos que van de la humillación a la bronca. "En realidad no estoy enojado, creo que la palabra es dolorido. Siento vergüenza de este equipo. Y la historia de Atlético, esta camiseta, no merece eso", me dice un hincha apenas bajo por las escaleras del Monumental. Es un sentimiento indiscutible e indisimulable. Nuestra medida del dolor es ver al club en esta situación. Con jugadores alquilados que se pasean por la cancha como figuras espectrales, con apenas un par de pibes que recuerdan que teníamos sentido de pertenencia, con las tribunas despobladas y con el marcador adverso. Como siempre en estos tiempos de fracasos. "Sentimos dolor porque ustedes dan vergüenza", es el resumen del pensamiento del hincha. Y creo eso porque ante tanta adversidad, tanta ausencia de juego, de la concepción natural del fútbol, y frente a la realidad de un equipo derrotado con tanta continuidad que hay que buscarlo bien abajo en la tabla, bien cerca de la zona dramática del descenso, el hincha se expresó apenas en un puñado de insultos. Algo que nunca me gustó, pero que es el termómetro del futbolero. Si un hincha no putea ni siquiera al árbitro con obstinación, quiere decir que se siente tan derrotado que asusta.
En realidad, no tenía grandes expectativas. No por Ezequiel Medrán, que ha mostrado un enorme valor y amor por el club por tomar un equipo en estas condiciones. Un equipo que parece ser todo un plantel, porque no solo los que entran de titulares se muestran en un nivel espantoso, sino que los reemplazos tampoco despiertan alguna ilusión. Lo cierto es que en un primer partido, luego de una derrota conmocionante que generó la salida de Forestello, y con tan poco tiempo de trabajo, lo más lógico era hacer lo que hizo. Fundamentalmente ver cómo respondían los jugadores con pequeños retoques. Y lo que vio, seguramente, no lo dejará dormir por varias noches. Y lo obligará a trabajar con dureza durante los días siguientes. ¿Es tan mala esta plantilla? Por lo mostrado hasta aquí, sí, enorme sí, sin dudas sí. Hay futbolistas que cuesta entender que jueguen en este nivel del profesionalismo. Ahora depende de ellos demostrar que se trata de una falsa imagen. Que la culpa era de Forestello que los hacía jugar mal y no de los dirigentes que se equivocaron al contratarlos.
El segundo hincha con el que hablé me cuestionó mi falta de sentido crítico para con los dirigentes. Y tal vez tenga razón. Los he mencionado varias veces, y con dureza. Aunque seguramente, y ante esta tremenda realidad, he sido demasiado contemplativo. La situación del fútbol de Atlético es dramática y exige un replanteo general e inmediato. Lo primero, es cierto, es tratar de encauzar el rumbo del primer equipo para evitar el descenso. Pero tan importante como esto es hacer una enorme autocrítica dirigencial, y los que no estén en condiciones de hacerlo o cambiar, deberían renunciar. Es un acto de responsabilidad y amor por el club. Porque todo el fútbol de Atlético cruje. Hace pocos días Gustavo Alfaro, de visita en Rafaela, habló sobre la necesidad de no buscar desesperadamente el ascenso sino hacerlo con pasos cortos y firmes, sin esa "genialidad" que significa traer un colectivo lleno de "refuerzos" cada año, sino contratando poco y bueno y potenciando a los jugadores de inferiores. Claro, primero hay que ver si se trabaja en inferiores de la menara correcta. No es necesario mirar como hizo Arsenal, el equipo al que Alfaro llevó a la cima, sino revisar todo el proceso que terminó con el último ascenso de la Crema a Primera. Y copiarlo.
Del partido hay poco que opinar. Un campo de juego que se parecía a cualquier playa por la cantidad de arena que tiene, con un árbitro gordo y lento de reflejos y movimientos, impresentable para la principal categoría del ascenso, y un Atlético tan pobre que de  vergüenza. Esa es la palabra. En medio de un espléndido desastre, la vergüenza es nuestra medida del dolor.

Foto: D. Camusso.