Una oportunidad para rescatar la memoria de las 500 Millas

La construcción de la autopista de la RN 34 entre Angélica y Sunchales tiene un avance significativo. Y por cierto en la región se espera que se termine lo más pronto posible esa obra, que contribuirá a dar mayor seguridad al tránsito de vehículos. Uno de los hitos del proyecto es la denominada Variante Rafaela, una circunvalación que sacará del ejido urbano de la ciudad al grueso del tránsito que atraviesa la ciudad a través de esa carretera central de la República Argentina. 
La circunvalación dará una perspectiva diferente de la ciudad a quienes la recorran, que ya no tendrán la clásica escenografía urbana que ofrece Rafaela a los viajeros de la 34. Lo que la gran mayoría de esos viajeros ignorará es que cuando pasen por la Variante estarán también pasando sobre lo que era la traza del circuito en el cual se corrieron durante 25 años, entre 1926 y 1951, las legendarias 500 Millas Argentinas.
Seguramente muchos no podrán imaginarse siquiera que allí mismo, a pasos de la moderna carretera, llegaba un tren que traía a miles de entusiastas aficionados a presenciar la mítica competencia. Y mucho menos sabrán que allí mismo, en esos caminos rurales tan monótonos para la mirada de los que recorren las rutas, hubo un tal Juan Manuel Fangio que se presentó en 1950 con un equipo de autos con mecánica francesa, que ese mismo año habían brillado en Le Mans, y que se le animaron también al piso de la tierra de las 500 Millas de Rafaela. 

La última

El 14 de octubre próximo se cumplirán 70 años de la última carrera disputada en el viejo circuito trazado en caminos rurales, sobre la prolongación de Bv. Roca, con el punto de largada justamente ahí, a pocos pasos del cruce que ahora forman el Bv. Roca y la traza de la Variante Rafaela. Fue la de 1951 justamente la edición posterior a la del triunfo de quien se convertiría en el quíntuple campeón del mundo de F. 1. Y fue también la última carrera que vería ganador de las 500 Millas a un auto con mecánica Mercedes Benz. A partir de la siguiente edición las carreras, las 500 se disputarían en el óvalo de Bv. Lehmann. 
La historia de aquella última carrera habla del triunfo de un rafaelino, José Fanto, quien ya había obtenido su primera victoria en Rafaela el 23 de octubre de 1949, con Mercedes Benz. Y fue un justo homenaje a la historia, por cierto, porque el apellido Fanto siempre estuvo ligado a la carrera más importante de la Argentina y de Sudamérica en aquellos años. 
Las competencias en esos caminos apenas preparados para la disputa de pruebas en las que los autos de la época alcanzaban velocidades verdaderamente alucinantes solían tener como protagonista a la muerte: no era gratis desafiar a la seguridad en esas condiciones y ese año le tocó a Rudy Ayala, un prestigioso músico y director de orquesta, pagar el precio más caro, cuando su auto se estrelló contra un árbol y él perdió la vida al instante, durante las pruebas de clasificación. 
El día de la carrera, todo empezó mal para Fanto, que debió superar un inconveniente que lo tuvo en boxes durante tres vueltas, pero de las que logró recuperarse con un ritmo fantástico y un auto que estaba preparado para ganar. Cuando volvió a la pista luego de la detención, estaba comandando el pelotón el entrerriano Héctor Niemitz (Alfa Romeo), seguido por Pablo Gulle (Ford) y Luis Brosutti (Mercedes Benz).
Los sucesivos abandonos de los tres pilotos mencionados, le dejaron servida la punta al experimentado Ernesto Blanco (REO), en tanto que Fanto, recuperando giros perdidos, ya estaba segundo. Cuando finalmente accedió a la punta, dominó a voluntad y terminó escoltado por Emilio Kellemberger y su Mercury, que terminó inclinando la balanza en su lucha con Blanco.  
Los datos hoy son parte de la historia y el anecdotario de la competencia. Pero mientras se habla de los avances en la construcción de la Variante, sería excelente que se vaya pensando de qué manera los futuros viajeros que la recorran encuentren en el camino una referencia visual, estéticamente representativa, que les recuerde que allí, en esos caminos que hoy parecen sendas perdidas en el medio del campo, se escribieron páginas de gloria del automovilismo argentino.