La actitud, la aptitud y las ilusiones

Por Oscar Martínez. "El fútbol funciona como ajedrez. También allí, las reinas y los alfiles, las torres y los caballos pueden hacernos regresar a una olvidada Edad Media, pero lo único que cuenta es la muerte del rey, el mate. Y el mate, en el fútbol, es el gol", Vladimir Dimitrijevic, ex-jugador serbio.

Solo dos cosas atenuaron mi tristeza tras el empate sin goles de este domingo ante Sarmiento. Una fue que el rendimiento de Atlético dejó en claro que su realidad es la que se vio en la casi totalidad de los partidos de esta fase y no la que mostró en la derrota de la semana pasada. La segunda, fue saber que ya tenía tema para la columna de hoy. Me gusta defender ideas de gente que las pone en práctica con honestidad y claridad conceptual, y este proceso ha mostrado eso, que todos tienen claro quiénes son, qué potencial tienen y buscan conseguir con todo ello su mejor rendimiento.

Atlético jugó un partido raro en una tarde rara. El calor agobiante del comienzo sumó desgaste a los nervios por la presión de saber que había que ganar. Y ello quedó marcado en un primer tiempo que entregó en bandeja a un tibio Sarmiento. Luego llegó la tormenta que primero asustó por su fiereza, pero también trajo respiro en la temperatura y entregó un piso ideal para jugar en ataque. Además, claro, que alguna sacudida anímica en el vestuario. Y en la segunda etapa el rendimiento del equipo fue otro, hizo todo lo necesario para acorralar a su rival contra su arquero y generó situaciones. Pero le faltó darle el mate. El gol faltó a la cita, ese gol al que llegó con asiduidad hasta las dos últimas fechas.

Después están los pequeños detalles, como esas faltas que se protestaron y, al menos en mi criterio, no justifican mirar al árbitro con desconfianza. La realidad es que el equipo debió ganar por puntos si se tratara de una pelea de boxeo, pero como goles son amores, solo nos queda esta decepción que podremos atenuar rápidamente cuando se mira la mitad llena del vaso. Si antes del inicio del torneo, cuando se armaba el plantel, nos preguntaban a los hinchas que esperábamos objetivamente, creo que en general hubiésemos mostrado nuestras dudas y temores. Y no solo fuimos protagonistas centrales, sino que lo seguimos siendo ahora que empieza el reducido y el equipo demostró una generosa actitud para jugar y una valorable decisión ofensiva.
Solo faltó aptitud para llegar al gol. Lo que tranquiliza es que faltó en los últimos 180 minutos pero la tuvo en los seis partidos anteriores.

Bueno, ahora viene el reducido, pero Atlético lo empezará a jugar en la etapa de cuartos de final en choques a un solo partido. Es decir que si lograba llegar a la final, había que ganar un partido más para volver a Primera.

Ahora habrá que ganar tres. Nada imposible para un conjunto que mostró credenciales de candidato. El plan A, que se generó gracias a resultados impensados, ya no está. Ahora habrá que plantear inteligentemente el B.

Los principistas –ingenuos sin remedio para los adoradores del resultado– piensan que un plan B es traicionar la idea, entregar las banderas. Para los pragmáticos, se trata de "adecuarse a un nuevo escenario y minimizar los riegos" –traduzco: colgate del travesaño o hace un ajuste ultraliberal si hace falta, pero ganá, que de eso se trata este negocio, gil–; y los más cínicos susurran: "La clave es elegir la mejor hoja de ruta; si no se puede ir por derecha, vamos por izquierda". El objetivo será volver a estar frente a un partido final.

Groucho Marx lo explicaría con su frase más popular: "Caballeros, éstos son mis principios, y si no les gustan, tengo otros". Aristóteles, imperativo y categórico, advertiría: "La única verdad es la realidad". Y Bukowski, al que adhiero porque soy feliz viendo a mi equipo jugar buscando ganar, cerraría el duelo de citas refutando al griego genial con furia etílica: "La verdad no vale nada. ¡Al carajo con la verdad! El estilo es lo más importante: cómo haces, una por una, cada pequeña cosa". Bien señoras y señores, cuando terminen de lamentarse, es hora de volver a soñar.