El increíble equipo menguante

La ley existe desde los orígenes de la civilización escandinava pero fue fijada oficialmente en 1933 por el escritor Aksel Sandemose en la novela «Un refugiado sobrepasa sus límites». La triste constatación es que se trata de una regla aplicada en todos los países del mundo aunque sus raíces estén en las culturas danesa, noruega, sueca y finesa, países en los que se desaprueba que una persona se considere mejor o más inteligente que las demás. Por su parte, los brasileños aseguran que «eso sólo ocurre aquí», los franceses afirman que «en nuestro país lamentablemente es así, pero sólo en nuestro país» y en la zona de Yorkshire, en el norte de Inglaterra, se ejemplariza con frases como «¿Quién se ha creído que es?». Lo cierto es que en un club de fútbol de Rafaela, en el centro de Argentina, la Ley de Jante se ha hecho carne. ¿De qué se trata? En palabras de Paulo Coelho: «Tú no vales nada, nadie está interesado en lo que piensas, la mediocridad y el anonimato son las opciones más sensatas que tienes. Si actúas así, nunca tendrás grandes problemas en tu vida». La Ley de Jante verbaliza un sentimiento de mediocridad y de inferioridad que impide pensar con dignidad, que no da chances de actuar con grandeza y de pararse con mentalidad ganadora. Si no se busca la salida del infierno de Atlético por este lado, bueno, ya no me quedan variantes.
La historia futbolística de este equipo se parece a la trama de «El increíble hombre menguante», la película que dirigió Jack Arnold, en la que Scott Carey (interpretado por Grant Williams), se va empequeñeciendo sin remedio luego de ser alcanzado y cubierto por una niebla radioactiva. Este quipo se va achicando dentro de los campos de juego apenas se ve alcanzado por algún contratiempo. Un gol, por ejemplo, como el primero que hizo Matías Quiroga, asesino serial de las ilusiones cremosas como exige aquella afirmación de tribuna llamada ley del ex. La solución del protagonista de la ficción es adaptarse a su nueva realidad, sobrevivir a pesar de todo. Carey comprende la necesidad de trascender sus creencias, obligado a adaptar su mapa mental y enfrentarse a los peligros desde una nueva dimensión. La Crema intentó emularlo de la mano de un Taca Bieler sin gol pero con una enorme entrega y claridad conceptual en la primera parte. Se evadió en esos 45 minutos iniciales de lo que ha sido una segunda rueda de torneo muy mala, y jugó como nunca antes. Consiguió una ventaja de dos goles y se fue al entretiempo. Pero cuando se es demasiado pequeño de fortaleza anímica todo cuesta mucho más. Y ante aquella estocada del goleador de Mendoza, simplemente se derrumbó. Nada nuevo si uno ha visto al equipo en estos meses.
Es difícil de entender qué le pasa a este plantel, sea cual fuera el equipo que el entrenador haya puesto en cancha. Ha tenido momento de fútbol brillante. Pocos es cierto, pero que certifican que tiene material para jugar, y ha llegado al gol con algunas piezas de colección, como los dos tantos de anoche. Sin embargo, la cantidad de momentos oscuros, donde todo el equipo naufragaba sin rumbo y con un entrenador confundido, han sido mayoría. Queda poco para el final del torneo, pero a todo Atlético le parece una eternidad. Esto es definitivamente un suplicio. La pregunta es, ¿cómo se sigue hasta el último minuto sin que la moral de los jugadores sea la del Increíble hombre menguante? Porque buena parte de este plantel seguirá el año próximo, salvo que la renovación sea brutal. Entonces definitivamente no entenderé la decisión dirigencial. Porque se decidió mantener el rumbo para potenciar a algunos futbolistas bajo la afirmación de que estaban convencidos del proceso. Muchos jóvenes han sumado minutos de cancha y experiencia en este proceso, pero lo que preocupa ahora es la mentalidad, como quedará su confianza. ¿Qué será más necesario para el nuevo Atlético, un cuerpo técnico de renombre o un sicólogo con experiencia?
Me da una gran pena este final, me hice muchas ilusiones en el inicio del torneo aún con el problema que sufrió Otta, porque a su regreso al banco el equipo pareció responderle con altura. Y también me ilusioné anoche tras la primera etapa, olvidándome de lo sufrido en toda la segunda rueda. Pero cada vez que este equipo tomó vuelo se vino a pique sin freno. Y del cielo de la ilusión cayó casi al fondo del abismo. Y ahora estamos en ese abismo. Por favor que esto acabe pronto, porque como decía Nietzsche, «cuando miras un largo tiempo al abismo, el abismo también mira dentro de ti».