Así lo expresó el mediocampista Lucas Quiroz, autor del gol que le dio el triunfo a 9 de Julio el pasado fin de semana ante Sportivo Belgrano en la segunda fecha del Federal A.
Hace unos días, se cumplió el plazo de tres meses desde que me inoculé con la primera dosis de la vacuna Sputnik V. recuerdo vívidamente ese momento, porque lo primero que me vino a la cabeza fue: ¡ahora viajo!, voy a visitar a mi hijo. Inmediatamente caí en la cuenta que para ser riguroso cumplidor de las indicaciones de los “expertos” del gobierno, debía aguardar catorce días, para que la “defensa” antivirus, funcionara a pleno. Y después, catorce días más, o sea veintiocho en total, para la aplicación de la segunda dosis, y ahí sí, totalmente a salvo.
Un mes más – resignación – bueno…todo sea para hacer las cosas bien y tal como dicen los “doctores”.
He aquí que antes que se cumplieran los veintiocho días, y por más que trataba por todos los medios de no intoxicarme con la sobrecarga de información, comencé a percatarme que el término que me habían informado en el centro de vacunación era una utopía…para no decir que era una mentira, y ellos lo sabían.
Pasaron los veintiocho días, y por más que rigurosamente revisaba los mensajes en mi teléfono, los mail en mi casilla de correo (incluyendo los spam, por supuesto), no había ninguna comunicación para mí.
La provincia de Santa Fe me había olvidado. Comencé a consumir ávidamente diarios locales y de la capital provincial, en la estúpida convicción que habría alguna comunicación comunitaria al respecto. Pero no…nadie aclaraba nada. Ni Luis, ni Omarcito abrían la boca.
Concluí INGENUAMENTE que lo que el gobierno nacional decía respecto de la segunda dosis de la sputnik era cierto: ¡mágicamente, entre la primera y la segunda dosis, se podían esperar tres meses…! ¡A la m… con los veintiocho días! Comunicaciones científicas al respecto, no había. Gurúes televisivos titulados como “infectólogos” ¡muchísimos!Pero he aquí que unos decían una cosa y otros otra. La cuestión fue casi como hacer un análisis de a “quien” respondía tal o cual medio de comunicación. Tristeza para mí por el afecto que tengo por la libertad de prensa.
Mientras tanto, y sin abandonar mi empecinada ingenuidad, seguía revisando ávidamente mi teléfono y mi laptop…al final lo hacía casi a escondidas, temía que mi familia se me riera en la cara. Pero como dicen “la necesidad tiene cara de hereje”…, quería seguir creyendo, así que me sumé a los zombies que devoran diariamente programas donde el el COVID es el tema exclusivo y excluyente. ¡apareció una novedad! : ¡se podían mezclar las vacunas!.
Otra vez la desconfianza, otra vez el insomnio pensando: ¿será o no será?. En definitiva estaba inmerso en un mar de dudas. A todo esto ¿estaba protegido con la primera dosis o no? ¡Otra vez los gurúes infectólogos!. Que sí, que no, que al ochenta por ciento, que al noventa, que al cuarenta… En fin, la decisión de protegerme individualmente como al principio de la pandemia (año 2020) era la opción más sabia que había tomado.
Pero claro, ¡PASARON LOS TRES MESES!, y ahí lentamente la incertidumbre, el temor a la enfermedad, el recuerdo de los amigos muertos, y los otros muertos – no amigos – simplemente seres humanos, se iban sumando de a miles, comenzaron a transformarse en una ira contenida contra los desalmados que me habían llevado a esta situación. Curiosamente NO ERA contra el COVID, era contra la mentira, el engaño, la utilización política de la pandemia. En fin contra la pestilente clase política que no sabe, no quiere o no puede, pero que siempre busca darle la culpa a otro, incluyendo a sus propias víctimas.
La decisión heroica fue: ¡me voy igual al vacunatorio! Lo hice. Me atendieron amablemente. Mostré mi carnet de vacunación, y les dije: “ya pasaron los tres meses”…
Volví a mi casa, por supuesto SIN SEGUNDA DOSIS, descorazonado, por haber creido. ¿soy un idiota?, no, soy solo un argentino medio.
Firmado: JUAN PUEBLO…nadie.
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