Adiós al gigante de Alzano
El 10 de marzo, a los 59 años, murió en Monopoli (Bari) el jugador de básquetbol que brilló e hizo grande a Trapani en los años 80. Tras su retiro, luchó contra el Parkinson hasta el último de sus días. Su historia, que conmueve a Italia, se convirtió en un ejemplo de fe y amor al deporte.
22/03/2021Redacción webPor Oscar Martínez - [email protected] - Arturo Mascio lo cuenta con los ojos brillantes pero con voz firme. Es abril de 2002. Suena su celular. De otro lado está Nicola Modugno, su amigo médico, quien le dice "Arthur, tengo un paciente con Parkinson juvenil, una bestia fea con la que lidiar, que me dijo que en su juventud era un buen jugador de básquetbol. Me pidió que lo lleve a un gimnasio para ver un entrenamiento y, tal vez, tirar un par de veces al aro. Sé que te pido mucho, pero me gustaría darle esta alegría. ¿Puedo llevarlo al entrenamiento de tu equipo esta noche?".
Se trata de una buena obra, y es el pedido de un amigo. 20.30 de una noche fresca de primavera. El entrenamiento está a punto de empezar, los jugadores intercambian bromas mientras se preparan para calentar sus cuerpos. De golpe, la puerta del gimnasio se abre de par en par. "Entonces aparece un señor mayor tomado de los hombros de dos jóvenes colaboradores. Viene mal vestido, encorvado, con sus zapatillas vintage All Star sin cordones colgándole del cuello, medias blancas hasta las rodillas, obviamente shorts muy cortos y una camiseta sin mangas debajo de una sudadera del glorioso Cesta Trapani", relata Arturo. "Desde la puerta de entrada hasta el primer banco útil en la línea lateral, los tres tardan cinco minutos, con el de pantalones cortos en el centro, luchando por ganar cada metro. Me acerco a ellos, me informan que Nicola llegará poco después y se van sin decirme nada mientras quedo parado frente al hombre tembloroso. Con un poco de vergüenza, me presento, le pregunto cómo se llama y qué le gustaría hacer. Murmura su nombre y apellido, pero no lo entiendo. Entonces me pide que le dé unos minutos para estar listo. La pregunta era, ¿listo para qué?".
El hombre dijo en ese murmurar que se llama Davide Lot, quien nació el 2 de julio de 1961 en Alzano Lombardo, Bergamo. Es el mismo que amó al básquetbol desde niño, el que debutó en la A2 con Ostalmobili Pordenone jugando como escolta. En Monopoli jugó a principios de los 80 en el Tognana Basket, pero posteriormente ascendió a los niveles más altos de ese deporte en Italia, en Sicilia y en particular en Trapani, donde en tres años fue la gran figura del equipo local que llegó hasta el Serie A1 convirtiéndose en el primer quinteto de la isla en triunfar a ese nivel. También jugó en Pordenone, Perugia y Alcamo.
"Yo lo miraba desde un costado, tratando de que el equipo se enfocara en lo que tenían que hacer. El pobre literalmente no podía ponerse de pie, me parecía que necesitaba una cama y una intravenosa. Sin embargo no se rendía, y luchaba tratando de poner los cordones en sus zapatillas, pero su continuo e incesante temblor lo hacía bastante difícil. Para no mortificarlo, le hago señas de que todo va bien y mientras tanto comienzo mi entrenamiento con el equipo que, obviamente, sabía menos que yo y se preguntaba quién podría ser ese pobre hombre fuera de la cancha. Empezamos el calentamiento con un clásico de cuatro esquinas, un ejercicio que involucra cuatro filas de jugadores, dos de los cuales están con el balón en la mano para hacer el pase. Y de pronto lo veo metiéndose lentamente en la fila de receptores, siempre medio encorvado y temblando de la cabeza a los pies. Tuve miedo de que, al llegar su turno, la pelota lo golpeara mal. Entonces le hice una señal a mi hermano Nicandro para que se ponga en contacto con él y le pase la pelota con suavidad. Pero entonces ocurre… comienza otra historia, mágica, fantástica, que puede sonar increíble para quienes esa noche no tuvieron la fortuna y el honor de estar allí. En cuanto llega la pelota a sus manos, su cuerpo se sacude, el temblor se detiene, su espalda va hacia atrás mostrándonos un atleta de 1.90 largo, que le pasa la pelota a nuestro capitán de manera perfecta, una verdadera piedra, como los estados del manual", sigue Arturo ahora con su mirada encendida
"El hombre del cual aún no sé su nombre va hacia el tablero, toma el rebote correctamente y comienza a correr haciendo fintas. Cuando llega al otro lado del campo, le pasa el balón a un jugador, recibe la devolución tomando la pelota con fuerza y va hasta el tablero ¡saltando y depositando la bola suavemente en el aro! Apenas puedo creer lo que veo, y enseguida pienso que Nicola ha decidido jugarme una buena broma, no puede ser que el hombre gris que entró hace 20 minutos arrastrado de los hombros por dos jóvenes sea el mismo que ahora está volando por el campo, que desafía a los más fuertes del equipo con la risa en su cara y los vence sin ningún problema. ¡No puede ser!".
Sin embargo nadie dice nada, ni el entrenador ni los jugadores del equipo. El entrenamiento continúa casi de manera normal. "Pero algo raro hay, no se trata de una broma, o me la han hecho perfecta, porque cuando deja el campo para beber, regresa temblando y cojeando. Pero de golpe recupera su fuerza y confianza, especialmente cuando el balón llega a sus manos. Entonces aparece apurado el doctor. Veo que está buscando a su paciente entre la gente sentada al margen y luego, al no encontrarlo, me pregunta dónde está Davide. Ahí finalmente averiguo su nombre...Le señalo a ese diablo que en el otro lado del campo juega de igual a igual con mis mejores basquetbolistas, siempre con una sonrisa en los labios y con la lengua afuera, con una expresión que nunca olvidaré y que todavía hoy, casi 20 años después, me pone la piel de gallina", sigue contando Arturo. Entonces Modugno lo ve y su cara se ilumina, se emociona y le dice a su amigo "¡Lo sabía, lo sabía!, está activando sus patrones motores básicos, está usando su memoria de básquetbol, por lo que su maldita enfermedad se quede en la banca por un momento y está casi sano de nuevo. Tan pronto como vuelve a hacer cosas que no tienen que ver con el juego, como beber, la enfermedad de Parkinson vuelve y su cuerpo sufre una regresión. ¡Increíble!".
Cuando termina el entrenamiento, Davide era una sonrisa que caminaba y contagiaba a todos, de golpe, como si se tratara de un mundo de ficción, quienes se encontraban en el gimnasio habían entrado al mundo mágico de Davide Lot. "Esa noche luché por conciliar el sueño, hojeé la web y encontré toda la fantástica carrera de ese adorable niño que durante aproximadamente un año llenó mi vida, y la de todos aquellos que tuvieron la gran fortuna de conocerlo", vuelve a decir Arturo.
El 3 de marzo de este año, en el Instituto Neuromed de Pozzilli, en la provincia de Isernia, se le colocó un marcapasos anti-Parkinson a Davide. La operación, realizada por el director de neurocirugía funcional del Neuromed, Pantaleo Romanelli, duró 7 horas y le permitió tomar menos medicamentos y volver a revisar el lado izquierdo del cuerpo dañado por la enfermedad. La cirugía consiste en insertar un electrodo en el cerebro en un área específica que controla el movimiento. Un paciente con Parkinson avanzado puede tomar hasta 60 píldoras al día, de 5 a 6 medicamentos diferentes. Por eso, aquella cirugía se pareció a una muestra de cariño de la vida para un hombre que siempre tuvo fe y luchó en lugar de entregarse. Pero no duró mucho. El gigante de Alzano murió solo una semana más tarde. Italia toda, sensibilizada por esta realidad que la agobia, se conmovió al leer en las redes sociales, a través de la página "La humildad de ser Menores", la historia contada por Arturo Mascio, entrenador de Venafro Basketball, el hombre que vio aquella noche la transformación de Davide, el mismo al que recuerda saltando feliz de cara al aro, con la pelota en sus manos, la lengua afuera. Y la sonrisa contagiosa.
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