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Murió Carlos Menem, el presidente que marcó una década emblemática de la Argentina

Tenía 90 años y era senador nacional por La Rioja. Gobernador de su provincia en tres períodos, fue presidente entre 1989 y 1999 y el que más tiempo permaneció en el cargo. Padre de la reforma constitucional de 1994, su carisma dominó una época de la política nacional, en la que unió a sectores históricamente enfrentados. Lo velan en el Congreso de la Nación.

Nacionales 15/02/2021 Redacción web Redacción web
Menem

El expresidente y actual senador nacional Carlos Saúl Menem falleció ayer a los 90 años en el sanatorio Los Arcos, de la ciudad de Buenos Aires, donde había ingresado por una infección urinaria, confirmaron hoy allegados a la familia del exmandatario riojano. Figura central en la joven democracia argentina, llegó a la Presidencia en 1989, tras una épica elección interna en la que doblegó a todo el aparato del Partido Justicialista –que proponía la candidatura presidencial de Antonio Cafiero, para enfrentar al gobernador cordobés Eduardo Angeloz en la compulsa para suceder a Raúl Alfonsín- recorriendo la Argentina pueblo por pueblo trasmitiendo una imagen de caudillo del interior cercano a las masas populares. Pese a ese perfil que lo hizo ganar abrumadoramente las elecciones del 14 de mayo de 1989, Menem –quien asumió la presidencia en julio de ese mismo año, en una entrega anticipada del poder por parte de Alfonsín- gobernó el país durante más de una década con un fuerte sesgo neoliberal plasmado en profundas reformas políticas, económicas, sociales y culturales que marcaron a la Argentina de esa década, con un legado cuyas consecuencias, en lo bueno y en lo malo, aún se viven en el país. 

Su biografía

El caudillo riojano devolvió el poder al peronismo en 1989 y fue la persona que por más tiempo encabezó el Poder Ejecutivo sin interrupciones en la historia del país, tras haber sellado en 1994 el «Pacto de Olivos» con Raúl Alfonsín, el primer presidente democrático tras la dictadura cívico-militar impuesta en 1976.
Asumió la Presidencia el 8 de julio de 1989, cinco meses antes del inicio previsto para el mandato, con promesas de «revolución productiva» y «salariazo», pero su gobierno estuvo marcado por una política de corte neoliberal que incluyó la privatización de varias empresas del Estado, cambios en las leyes laborales que implicaron la pérdida de antiguas conquistas de los trabajadores y una estrategia de «relaciones carnales» con Estados Unidos.
Se hizo cargo del poder en medio de un proceso de hiperinflación heredado de la administración de Alfonsín y, una vez en el gobierno, tejió inesperadas alianzas entre el peronismo y dirigentes de ideología liberal que hicieron sentir incómodos a muchos de sus compañeros de tantos años de lucha.
Con Domingo Cavallo como «superministro» de Economía, impuso un Plan de Convertibilidad que hizo que los argentinos vivieran durante años con paridad cambiaria, en la que un peso equivalía a un dólar, un germen -sumado a otros factores- de la crisis económica, social y política que estalló en el 2001, cuando gobernaba la Alianza.
Durante la gestión de Menem estallaron múltiples conflictos sociales, la mayoría de ellos por las pérdidas de fuentes de trabajo a causa de las privatizaciones y la precarización del mercado laboral al ritmo del plan de flexibilización que motorizó el empresariado.
La Ley de Reforma del Estado sancionada a fines de 1989 lo habilitó a privatizar a lo largo de esa década varias empresas estatales, incluidas YPF, Gas del Estado, Aerolíneas Argentinas, el Correo Argentino y el complejo minero-siderúrgico Hipasam-Altos Hornos Zapla-Somisa.
Menem, quien estuvo preso de la dictadura militar en las Lomitas, tomó el argumento de la «reconciliación nacional» para firmar en 1990 uno de sus más polémicos decretos: el indulto con el que liberó a los comandantes de la Junta Militar condenados por múltiples y gravísimos delitos contra la humanidad.
Sus estrategias políticas y su insistencia por lograr la reelección, alcanzada finalmente en 1995, lo llevaron a reformar en 1994 la Constitución Nacional, después de que el país entero se sorprendiera con la firma del «Pacto de Olivos», otra vez con Alfonsín como co-protagonista.
La nueva Constitución abrió paso a la reelección presidencial, antes vedada; derrumbó el Colegio Electoral que hasta entonces elegía al jefe del Estado; redujo de seis a cuatro años el período de mandato del Presidente y aumentó el número de senadores con una garantía de representación para la minoría, entre otros puntos.

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