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Imola

El Autódromo Enzo y Dino Ferrari es una de las paradas más emblemáticas de la Formula 1. Un escenario enclavado en un país y en un lugar donde el automovilismo se vive con exaltación. Y donde se encuentra el santuario de Ayrton.

Deportes - La Otra Mirada 25/04/2022 Redacción web Redacción web
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Por Oscar Martínez. El profesor Sid Watkins, eminente neurocirujano ya fallecido, comandaba el auto médico de la Fórmula 1 en la temporada 1994. Fue uno de los primeros en llegar donde se encontraba el Williams-Renault destruido de Ayrton Senna. "Parecía sereno. Levanté sus párpados y estaba claro por sus pupilas que había sufrido un gran daño cerebral. Lo sacamos de la cabina con extremo cuidado y lo pusimos en el suelo", escribió en su libro "Vida al límite". "Cuando lo hicimos, él suspiró y aunque soy totalmente agnóstico, sentí su alma partiendo en ese momento", agregó.
Imola es una ciudad de unos 80 mil habitantes ubicada en la región italiana de Emilia-Romaña, unos 30 km al sureste de la ciudad de Bolonia. Si uno busca algo del lugar, deberá esforzarse. Podrá ver una vista panorámica desde la cima del castillo Sforza, o la colección excepcional de armas antiguas y cerámica medieval que hay dentro de este, o el Palazzo Tozzoni, una mansión histórica bien conservada, el Museo San Doménico, y poco más. Es que todo referencia al Autódromo Enzo y Dino Ferrari, el que recibió ayer el Gran Premio de Emilia-Romaña de Fórmula 1. 
De algún modo, parece un alambrado de cancha de fútbol. Este fin de semana se vieron colgadas en él banderas de equipos brasileños, entre otros cientos de homenajes personales de gente de todo el mundo. Atadas al tejido, las banderas miran a Senna. A la estatua de Senna, enclavada del lado de afuera del autódromo, en el hermoso parque al que bordea el río Santerno. Sentado con las piernas colgando, cruzadas a la altura de los tobillos. Cabizbajo, como reflexivo. Angustiado, quizás. Las manos en el regazo, juntas, cerca de las rodillas. Así aparece el paulista en la escultura, de cuando en cuando arropado por un estandarte de Brasil a modo de capa, dejado por algún compatriota. Mirando hacia abajo, no llega a apreciar esa pared agujereada de cariño y admiración. Es una suerte de santuario pagano lo que se formó ahí, frente a la infausta curva Tamburello.
La región de Emilia-Romaña tiene un estrecho vínculo con el mundo automotriz. Varios constructores de automóviles de carreras, como Ferrari, Lamborghini y Maserati, están cerca. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Imola lanzó un programa para mejorar la economía local. Entonces propusieron la construcción de una nueva vía, para que se uniera a las ya existentes, y que pudiera ser utilizada por los fabricantes locales para probar sus prototipos. La construcción se inició en marzo de 1950 y las primeras pruebas de vehículos se llevaron a cabo dos años más tarde, cuando el empresario italiano Enzo Ferrari, fundador de la famosísima compañía automotriz, mandó a probar uno de sus vehículos de la escudería. Por eso, cuando se inauguró el circuito, en abril de 1953, se lo llamó Autódromo Enzo y Dino Ferrari, padre e hijo respectivamente. El primer evento oficial fue el Gran Premio Coni, perteneciente al Campeonato Italiano de Motociclismo. 
Para 1963, la Fórmula 1 tuvo su primer acercamiento. La carrera no repartió puntos y fue ganada por quién sería campeón ese año: el británico Jim Clark, del equipo Lotus Climax. La categoría regresó recién en 1979, y tampoco fue una fecha puntuable. Ganó el austriaco Niki Lauda con un Brabham, seguido por el Lotus del santafesino Carlos Reutemann y el sudafricano Jody Scheckter. Y entonces, por fin, el trazado fue integrado formalmente a la categoría. Primero como sede del GP de Italia y, luego, como GP de San Marino, prueba que se corrió de 1981 a 2006. De inmediato, se convirtió en una de las fechas más atractivas para los fanáticos del automovilismo, pero también de las más peligrosas.
Los aficionados dejan flores y notas sobre el tejido, algunos se quedan un largo tiempo rezando o simplemente mirando. Todos se sacan fotos en silencio y con un respeto que se ve en pocas partes. "Después de él no hubo más supercampeones, nadie que dejara una marca como él dejó", dijo Luisa Tosoni, propietaria del hotel en Castel San Pietro Terme, a unos 10 kilómetros de Imola, donde Senna pasó su última noche. La habitación en la que el brasileño siempre se hospedaba se mantiene tal cual y se encuentra abierta al público. "Era un tipo modesto, que conducía porque era su pasión pero que nunca se olvidó de la línea final", dijo Don Sergio Mantovani, conocido en Italia como el "sacerdote de los pilotos" por su cercana relación con los conductores.
Ayrton Senna nació el 21 de marzo de 1960. Gerhard Berger el 27 de agosto de 1959. Se conocieron en las carreras de Fórmula 3 y debutaron en la Fórmula 1 en 1984. Berger se codeó con la muerte a bordo de su Ferrari 640, el primer coche de F1 en usar una caja semiautomática de siete velocidades, que fue diseñado por John Barnard y luego desarrollado por el argentino Enrique Scalabroni, en 1989. En la cuarta vuelta del Gran Premio de San Marino sufrió una falla en el alerón delantero, que se dobló bajo la rueda y lo convirtió en un "esquí" que llevó directo contra el muro. La máquina roja casi se desintegró y rápidamente se vio envuelta en llamas, las que le dieron un marco de dramatismo.
Gerhard sufrió quemaduras en sus manos y por su recuperación se ausentó en la siguiente carrera, disputada en Mónaco. "Tras mi accidente, Ayrton me llamó para preguntar por mi estado, se lo agradecí y le dije que alguien se mataría en ese lugar, porque el muro está demasiado cerca de la pista", confesó en una entrevista con SportWeek. "Tienes razón", le respondió Senna. Un mes más tarde se juntaron en el circuito italiano para buscar alternativas a fin de mejorar la seguridad en esa curva, en la que, durante los ensayos de 1987, ya hubo un grave aviso con un brutal choque de Nelson Piquet, que logró sobrevivir porque su Williams hizo un trompo antes del impacto. Pero cuando llegaron se percataron de un detalle cercano a Tamburello: "Nos asomamos y nos dimos cuenta de que estaba el río. Nada cambió. Y Senna murió cinco años después exactamente en ese punto", recordó.
En las prácticas del 29 de abril de 1994, Rubens Barrichello voló con su monoplaza del equipo Jordan y se estrelló contra el muro en la curva Variante Bassa. "Morí durante seis minutos. Me apagué totalmente en el acto. Fue un impacto de 90G, 90 veces 72kg. En el golpe me tragué la lengua. Me quedé un mes, más o menos, con memoria corta", declaró tiempo después. Los oficiales de pista llegaron rápidamente al lugar y pusieron el monoplaza en la posición correcta. Entonces el equipo médico comandado por el Dr. Sid Watkins pudo ayudar al piloto. La eficiencia de los rescatistas fue fundamental, dada la violencia del impacto. Barrichello fue atendido durante 10 minutos y enviado al centro médico del circuito, donde recibió la visita de Senna, quien inmediatamente había abandonado el garaje de Williams para visitar a su amigo y compatriota. El tricampeón del mundo se sintió aliviado cuando supo que la vida de "Rubinho" ya no corría peligro.
En la clasificación del día siguiente, al austríaco Roland Ratzenberger se le desprendió el alerón delantero de su Simtek a la altura de la curva Villeneuve. Esto produjo una sustancial pérdida de adherencia en la parte delantera del auto, lo que motivó que el monoplaza siguiera derecho, golpeándose fuertemente contra el muro y casi de frente. Tras el impacto, el coche se deslizó varios metros y quedó tendido cerca de la curva Tosa. Roland ya estaba muerto.
Pese a todo, el circo mantuvo sus puertas abiertas. Y el domingo hubo carrera. El 1 de mayo de 1994, Ayrton sufrió la rotura de la columna de dirección de su Williams y chocó contra el muro a más de 300 km/h. Berger llegó desolado a verlo al hospital Maggiore Carlo Alberto Pizzardi de Bolonia. Ahí descubrió que Ayrton tenía en su bolsillo una bandera austriaca para flamearla, si llegaba a ganar, y homenajear a Ratzenberger. Josef Leberer, histórico fisioterapeuta de Ayrton, recordó: "La muerte de Roland le entró en el alma. Ayrton fue fundamentalmente un filósofo tímido y lleno de pasión. Ya nada fue igual sin él. Nadie puede olvidarlo".

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