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El desprecio de Perón por Cámpora y su sentencia de muerte política

Especiales 01/12/2021 Redacción web Redacción web
contra 10

ÚLTIMA parte - "Voy a terminar con este gobierno de putos y marxistas"

Por Juan Bautista Tata Yofre.

La conspiración contra Cámpora

El domingo 24 de junio, inexplicablemente, Cámpora y sus acólitos expresaron, en reiteradas ocasiones, que, una vez establecido el gobierno constitucional, las organizaciones armadas perderían la razón de su existencia y dejarían de operar. Lo afirmaban mientras los cuadros principales de todas las organizaciones terroristas sostenían lo contrario.
Para el gobierno de Héctor Cámpora, sin la violencia de arriba, no habría violencia de abajo, y se viviría en un clima de paz. ¿Paz? Regía un gobierno constitucional, pero seguían actuando las organizaciones armadas. Ese domingo 24, La Opinión informaba que no había novedades sobre el paradero de cuatro empresarios secuestrados: John Thomson, presidente de Firestone Argentina, por quien pedían 1.500 millones de pesos y se había pagado un millón de dólares; Charles A. Lockwood, británico, que llevaba más de tres semanas de desaparecido (se abonaron 2.300.000 dólares al PRT-ERP por su liberación); Kart Gerbhart, un alemán, gerente general de Silvana S.A., y Manuel Ciriaco Barrado, un empresario de una fábrica de papel que había sido secuestrado por grupos armados, en plena calle, en la provincia de Córdoba.
Mientras, el gobierno preparaba una ley de inversiones extranjeras. En esas horas, Cámpora fue a visitar a Perón. Fue recibido por José López Rega, porque el dueño de casa mantenía una entrevista con el presidente del Instituto de Relaciones Exteriores del gobierno italiano, Giancarlo Elia Valori. Ese mismo día el matutino Mayoría publicaba un artículo del empresario donde planteaba la necesidad de llegar a un acuerdo cívico-militar.
La historia comenzaba a trazarse en otro lado. El 24 de junio, en el ámbito del Congreso de la Nación, Perón mantuvo un diálogo con el líder del radicalismo, Ricardo Balbín, dejando de lado al presidente Cámpora y al ministro del Interior. El encuentro se iba a realizar en la casa de Balbín, en La Plata, como devolución de la visita que el jefe radical había hecho a la casa de Gaspar Campos el 19 de noviembre de 1972. Sin embargo, por razones de seguridad, se concretó en las oficinas de Antonio Tróccoli, jefe del bloque de diputados de la Unión Cívica Radical. Oficiaron de mediadores el propio Tróccoli y el presidente de la Cámara baja, Raúl Lastiri. Hablaron a solas, pero en la Argentina casi no hay secretos.
Al día siguiente, la embajada de los Estados Unidos, a través del cable reservado Nº 4459, le informó a la Secretaría de Estado que se habían reunido en "privado" y que se discutieron "medios y formas de cooperación". El embajador Lodge resaltó que Balbín había puesto en evidencia que "una nueva era de consenso político está comenzando en la Argentina" y que, al término de la conversación, los dos líderes fueron homenajeados por políticos de ambos sectores en una "atmósfera de gran cordialidad". Sin embargo, comentó Lodge en el punto 4º: "Además de problemas tales como el control del terrorismo y las divisiones dentro del Movimiento, uno de los temas que más está presionando a Perón es el de mantener la cooperación de otros partidos políticos, especialmente la UCR. El hecho de que Perón haya visitado a Balbín poco después de su regreso muestra a las claras que Perón tiene la intención de moverse rápidamente, en lo que hace a controlar este problema". "El largo tiempo transcurrido permite revelar una serie de cuestiones que, en el momento de los hechos, eran difíciles de conocer, aunque sí se podían prever".
Ricardo Balbín quedó anonadado por la forma de hablar de Perón sobre el gobierno de Cámpora. La feroz censura se abatió sobre el propio Cámpora y algunos de sus ministros, en especial Esteban Righi y el canciller Juan Carlos Puig. Perón fue directamente al grano: no estaba de acuerdo con las ocupaciones a las oficinas públicas y con los excesos que se cometían a diario, y le dijo que se intimaría a los grupos armados para que se desarmaran, "y si no, actuará la policía, que para eso está".
Balbín, desde unos días antes, estaba al tanto de algunos pensamientos del líder justicialista a través de Jorge Osinde, pero nunca imaginó la profundidad y la vecindad de la crisis. Perón le adelantó que habría cambios en el gobierno. "Claro –respondió Balbín–, es de suponer que cuando se sancionen las modificaciones a la ley de ministerios, todos ofrecerán sus renuncias y entonces se producirán los cambios". La respuesta de Perón no se hizo esperar: "No, no podemos esperar tanto; tendrán que producirse ya mismo".
El miércoles 4 de julio, por la mañana, Cámpora presidió una reunión de Gabinete a la que se sumaron Isabel Perón, Raúl Lastiri y el vicepresidente, Vicente Solano Lima. Se trataron algunos temas personales del general Perón: su enfermedad y el reposo que debía guardar, la restitución de su grado militar y sus haberes devengados. En la ocasión, tanto López Rega como su yerno, Raúl Lastiri, ensayaron una crítica frente a la situación general del país.
El mismo grupo, sin la inclusión de los ministros del Interior y Relaciones Exteriores, fue invitado a trasladarse, por la tarde, a la residencia de Gaspar Campos. Perón recibió a los asistentes en el living, departió un rato, invitó con café, y luego se retiró a la planta alta. Estaba todo planeado.
Cuando pasaron al amplio comedor, Isabel tomó la cabecera, Cámpora quedó a su derecha y López Rega a su izquierda. La otra punta de la mesa la ocupó Vicente Solano Lima, con Gelbard y Ángel Federico Robledo a sus flancos. La conversación comenzó con unas palabras de Isabel referidas a la proximidad de un nuevo aniversario de la muerte de María Eva Duarte de Perón e hizo saber que no deseaba la presencia de la muchachada "desmelenada y ruidosa" en los actos, según recordó el ex Ministro de Educación Jorge A. Taiana.
Después tomó la palabra López Rega para reiterarle a Cámpora las mismas críticas que había expresado por la mañana. Isabel llegó a amenazar a todos con llevárselo a Perón de vuelta a Madrid. En ese momento, Cámpora rompió el silencio: "Señora, todo lo que soy, la misma investidura de presidente, se la debo al general Perón. Por lo tanto, usted lo sabe, el cargo está a disposición del general Perón, como siempre lo estuvo". Le tocó a Vicente Solano Lima dar el golpe de gracia al reconocer que, estando Perón en la Argentina y como respuesta al anhelo de la gente, él presentaba su renuncia indeclinable como vicepresidente.
Siete años más tarde, reiteraría en un reportaje las mismas palabras que pronunció: "Como lo ha señalado el señor presidente de la Nación, el pueblo argentino quiere ser gobernado por el general Juan Domingo Perón. Pero para que ello sea posible presento en este mismo acto mi renuncia indeclinable de vicepresidente".
Luego, el viejo dirigente conservador popular agregaría que "los ministros sabían ya de qué se trataba, porque para eso habían estado en la reunión del 21 de junio". Terminada la sesión en el comedor, Isabel, López Rega, Cámpora, Solano Lima y Taiana subieron al primer piso, donde Perón estaba sentado en una mecedora. El presidente en ejercicio volvió a reiterar su gesto de reconocimiento y generosidad, y Perón, como desentendido, dijo que "habría que pensarlo". López Rega exclamó que no había nada que pensar y que no había que demorar las cosas.
— ¿Y los militares?, preguntó Perón.
—No hay ninguna preocupación.
—Bien.
Según el relato de Taiana en El último Perón, todos se confundieron en un abrazo: "Perón se emocionó y después lo acostamos. Le tomamos el pulso, la presión y le proporcionamos un medicamento en los minutos más importantes de los últimos años. De allí, Perón a la presidencia". Las renuncias que fueron publicadas en los diarios nueve días más tarde, en realidad, se produjeron en la reunión de ese día. Mientras tanto, el arco político de la centroderecha se mantenía en silencio. "Yo me tengo que quedar callado ahora. No quiero obstruir, y además soy noticia hasta cuando, como ahora, desde el silencio, me convierto en un interrogante", declaró el ex candidato presidencial de la Alianza Popular Federalista (APF), Francisco Paco Manrique.
El miércoles 11 de julio, a primera hora de la mañana, el coronel Jaime Cesio, jefe de Política y Estrategia del Estado Mayor, le transmitió a Ricardo Balbín la invitación de Carcagno para concurrir a una cena que se llevaría a cabo en el Edificio Libertador. Antes de sentarse a la mesa, Cesio le reveló al invitado lo que había sucedido el día anterior en Gaspar Campos. Se trató la renuncia de Cámpora y la posibilidad de una fórmula compartida entre Perón y Balbín.
La noticia de las renuncias de Cámpora, Solano Lima y el gabinete de ministros, una vez ultimados todos los detalles, debía ser conocida el sábado 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla, fiesta nacional de Francia. Pero se adelantó un día porque el matutino Clarín publicó unas declaraciones del vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, Victorio Calabró, en las que sostenía que "estando el general Perón en el país nadie puede ser presidente de los argentinos más que él".
Además, Calabró desataba otra interna al comentar que "había mandatarios provinciales disfrazados de peronistas que también debían ser barridos", en clara alusión a los gobernadores Oscar Bidegain (Buenos Aires), Alberto Martínez Vaca (Mendoza), Ricardo Obregón Cano (Córdoba), Jorge Cepernic (Santa Cruz) y Miguel Ragone (Salta). Lo dijo así: "Darles obras de las que tiene Perón en sus manos a muchos de sus gobernadores sería un pecado, porque serían ellos los que las llevarían a cabo con ideologías que no son justicialistas".
Luego de las palabras del vicegobernador Calabró, Héctor Cámpora y sus allegados estimaron que era preferible adelantarse antes que ser empujados fuera de la Casa Rosada por la "pandilla" (término con el que se referían a los que rodeaban a Perón). Al mismo tiempo, la sorpresa evitaría que importantes sectores se movilizaran pidiendo por Perón. En ese clima, algunos de los que acompañaban a Cámpora imaginaron que al propio jefe del Justicialismo no le quedaría otro camino que salir a respaldar al presidente, sin tener en cuenta que los sectores ortodoxos lo condenaban por haber servido de instrumento para enfrentar a Perón.
El presidente de la Asamblea Legislativa fue el senador tucumano José Salmoiragi (por ser el más antiguo), y de secretario ofició el senador correntino Humberto Romero (el más joven). Ese mismo día dos ministros dejaron el Gabinete Nacional. El de Interior, Esteban Righi, y el canciller, Juan Carlos Puig, fueron reemplazados por Benito Llambí y Juan Alberto Vignes.
A las 21 horas con los tres edecanes a sus espaldas, Lastiri dirigió un mensaje en cadena, donde explicaba que, en las elecciones del 11 de marzo, "la soberanía del pueblo se ejerció a través de actos distorsionadores de su verdadera voluntad" y que había llegado el momento de repararlos. Ese mismo día, el Ministro de Economía, José Ber Gelbard, contó a los periodistas acreditados que "éste ha sido uno de los secretos mejor guardados de la historia política argentina. Sólo catorce lo sabíamos", y entre esos hombres estaba Perón.
La frase del día la pronunció el secretario general de la CGT en la sala de prensa de la Casa Rosada: "Se terminó la joda".

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