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El angustiante show del futuro

La suspensión del partido entre Brasil y Argentina expuso la realidad del periodismo deportivo. Fue como rever en continuado Polémica en el fútbol, aquel programa de los 60 en el que todos opinaban. Solo que entonces los que se exaltaban eran del público y los que exponían con seriedad y análisis, eran periodistas.

Deportes - La Otra Mirada 13/09/2021 Redacción Redacción
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“El periodista deportivo debe tener una educación integral lo más variada posible, sea derecho, medicina, economía, matemática, sociología, política… además de deportes….El título de una nota tiene que buscar el impacto. Pero el impacto no justifica la idiotez, ni lo vacío, ni mucho menos la mentira… Hay que hacer pensar al público aunque los canales de televisión digan que no es esa nuestra misión”, frases extraídas del curso brindado en el club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires a mediados de los ’60 por el inolvidable Dante Panzeri.
Durante décadas se trató al periodismo deportivo como al hermano menor del periodismo, pero el crecimiento desmesurado del deporte como negocio lo ha convertido en un ejercicio central de la sociedad. Y muy relacionado con la política, porque es imposible pretender la apoliticidad del periodismo deportivo, es hipócrita, ya que toda construcción es política. Entonces, la relación entre política y deporte, fundamentalmente fútbol, es tremendamente fuerte. Eso exige de quienes ejercemos esta tarea una preparación acorde y disponer, fundamentalmente, de sentido común y evadirse todo lo posible de la exigencia de conseguir a cualquier precio lectores, televidentes u oyentes.
En medio de esta realidad, el periodismo deportivo sigue ensanchando sus fronteras, aunque ahora de modo más sospechoso. De aquellos tiempos en donde los diarios solo le destinaban una página, y casi en el final de la edición, a la cobertura mínima de los deportes, a este momento en donde se multiplican los suplementos deportivos gráficos, los canales televisivos exclusivos, y la presencia en redes sociales y en las radios son cada vez más importantes y convocantes, la evolución ha sido notable. Simplemente con sacar la mirada de la realidad y repasar la historia se ve que el periodismo deportivo está ilógicamente en el plano más alto. La fundamentación es que ha crecido en forma conjunta al negocio del deporte profesional. Claro que así como los amantes del deporte disfrutamos de las nuevas tecnologías que nos permite ver y enterarnos de cada cosa que pasa en el mundo a cada momento, también sufrimos con el deterioro intelectual de quienes ejercemos como periodistas por incoherencia a la hora de usar el lenguaje, por falta de conocimiento o por pereza intelectual. Se sabe, si se lee y escribe mal, no se puede pensar bien. Alguien dijo alguna vez que las misiones de la prensa son tres: informar, educar y entretener. Como informar es comprometido y educar es aburrido, sólo nos queda entretener. Bien, el periodismo deportivo fue concebido inicialmente para ello. Un show para aliviar las noticias más duras de la política y la economía. Hoy esto se ha potenciado de manera tan lamentable como peligrosa. Pero además, en muchos casos, los medios son socios del espectáculo comercial del deporte. ¿Cómo hace entonces el periodista para investigar a su propio patrón? Es por eso que el gran desafío de los espectadores es descubrir y valorizar a aquellos periodistas que jerarquizan la profesión.
Tras el bochorno que significó la suspensión del partido de fútbol que por eliminatoria sudamericana jugaban, en Brasil, el local y Argentina, llegó una interminable catarata de análisis mediato e inmediato sobre lo ocurrido. Cuando ocurren estas cosas en el mundo del fútbol, aparecen en escena un sinnúmero de barbaridades de parte del periodismo. Solo la cercanía de otro partido, en este caso ante Bolivia, modificó la escena. Fueron muy pocos los programas en donde se analizó con seriedad y desde todos los ángulos lo ocurrido. En la mayoría se dispararon sentencias siempre a viva voz, muchas de las cuales los mismos especialistas se encargaron de modificar horas más tarde olvidándose de lo que antes habían asegurado.

“Cualquier partido, por más miserable que parezca, tiene una complejidad shakesperiana”. Ezequiel Fernández Moores, uno de los mejores periodistas deportivos del país, dice que leyó esa frase en un gran libro sobre el fútbol en Brasil. Y él mismo se ha encargado de demostrar esto a lo largo de su vida ampliándolo al resto de los deportes, ya que ninguno de ellos se agota en la consignación de los resultados, la condena o absolución de sus protagonistas y las pasiones sobreactuadas para las cámaras. En su libro “Juego, luego existo” (Sudamericana), da cuenta de esa “complejidad shakesperiana” y muestra las implicancias políticas, sociales y culturales de todo hecho deportivo. Como el que ocurrió el domingo anterior en el Arena Corinthians de Sao Paulo y que Fernández Moores analiza como pocos en su columna “Hola Anvisa, hay un tipo en Brasilia que nunca respeta los protocolos”, del diario La Nación.
Solo unos días antes, se generó un cruce bizarro entre el joven y popular streamer español Ibai Llanos y el periodista Gustavo López. Primero este despreció a Llanos, enojado porque lograba entrevistas exclusivas con el Kun Agüero o con Paulo Dybala, entre otros. “¿Quién es Ibai? ¿Seis millones de seguidores tiene? ¿Y a mí qué me importa?”. Especialistas de las nuevas plataformas fueron impiadosos con López. Dijeron que el periodismo tradicional vive atrapado en la nostalgia de su viejo éxito y no supo ver que a los cracks les resulta hoy mucho más amable y hasta conveniente compartir charlas y seguidores con youtubers y streamers que, además, no les piden sangre ni títulos. Es cierto que esto no es periodismo, pero el que vemos en los medios tradicionales en los últimos tiempos tampoco se parece al que nos enseñaron nuestros grandes maestros. Desesperado por la caída de seguidores, los medios tradicionales recurren a periodistas que simulan hoy ser caballeros de la Edad Media o raperos transgresores, todo lo que sea necesario para atrapar (o espantar) al público joven que disfruta Ibai.
“Guste o no”, según Fernández Moores, el escenario “será cada vez más semejante a la WWE”, ese circo de lucha libre de la TV de cable en el que importa más “el show” que “la calidad del deporte”. Y con nuevos comunicadores que son una marca en sí mismo, tanto o más divos que las estrellas del deporte. Con todo su salvajismo, hasta suenan casi infantiles los viejos insultos de cancha comparados a los linchamientos modernos que dominan las redes, que están llenas de personajes que instigan el mismo odio en tiempos de desigualdad y polarización.
En Inglaterra, figuras, clubes y hasta la propia Premier League y algunos medios de prensa, desconectaron hace algunos días sus cuentas en un boicot inédito. Exigieron que cese el abuso y pidieron una ley que responsabilice a las plataformas. Burlarse de un jugador negro por una derrota deportiva no es folclore: es racismo. Los dineros obscenos de esas nuevas plataformas, parecen decididos a cambiar la estructura misma del deporte. La fallida Superliga europea es un aviso de un escenario que algunos, tarde o temprano, describen como inevitable.
“Hoy el periodismo es un kiosco de 24 horas que trabaja a demanda. Soy hijo de todas las transformaciones que sufrió el periodismo. A mí lo que me gusta es escribir y cuando comenzaron a pedirme recuadros para hacer más ágil la lectura sentí que eso atentaba contra el ritmo de la prosa. Yo confío en la complicidad con el lector. Fue peor cuando me dijeron que los títulos tenían que tener palabras clave que facilitaran la búsqueda en Internet. Creo que un título debe ser ganchero y quiero que me lean, pero deseo que mi arma para enganchar al lector sea la palabra”, dice Fernández Mores, que en su libro “Juego, luego existo”, asegura que “Los medios se volvieron socios del espectáculo comercial del deporte”
Así como le pido en mis columnas a los deportistas que no dejen de priorizar el valor de jugar sobre el negocio, es que hago lo propio con los periodistas, debemos valorar los principios de la profesión por sobre las exigencias de la nuevas sociedades. Tal vez porque descreo en “la falta de cerebro” de quienes están ligados al deporte. En 2018, el presidente de Colombia Iván Duque visitó el estadio Santiago Bernabéu. Acompañado del presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, comenzó a hacer “jueguito” con la cabeza y le preguntó al eterno crack Emilio Butragueño si él hacía “cabecitas” con la pelota. “Yo la cabeza –respondió el Buitre– la utilizaba para pensar”.
 

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