La pasión de Calipatira

Por Oscar Martínez. Los Juegos Olímpicos, programados para celebrarse en julio y agosto de 2020, fueron postergados a causa de la pandemia, y por ello se desarrollarán del próximo 23 de julio al 8 de agosto manteniendo el nombre original. Los Juegos Paralímpicos se celebrarán del 24 de agosto al 5 de septiembre. En ambos casos se permitirá sólo el ingreso de público japonés. Es la primera vez que un Juego se pospone, aunque si fueron cancelados los de 1916, por la Primera Guerra Mundial, y los de 1940 y 1944, por la Segunda. Se habla aquí de los Juegos Olímpicos Modernos, concebidos principalmente gracias a las gestiones del noble francés Pierre Frèdy, barón de Coubertin, y basados en los de la Antigüedad.
Los Olímpicos fueron los más populares dentro de un grupo de juegos entre los que también estaban los Píticos, los Istmicos y los Nemeos. Durante 1.169 años, se supone que se desarrollaron sin interrupción cada cuatro años, llamándose Olimpíada al período sin actividad. Tras 290 ediciones, en el año 393 d.C., con el Cristianismo como culto dominante en Roma, el emperador Teodosio I los abolió por considerarlos paganos. Por ese entonces, y bajo la influencia del imperio Romano, podían participar de los Juegos los extranjeros, los esclavos y los profesionales. Esa mutación en espectáculo casi circense lo llevó a la decadencia, dejando como último ganador a Varazdates, un iranio de la familia real armenia que ganó el pugilato en el año 385.
Claro que en el medio había quedado toda una historia de esplendor, generadora de realizaciones en el campo de la escultura, la arquitectura, las matemáticas y la poesía, además, claro está, del deporte. La versión más firme sobre el origen de los Juegos tiene componentes funerarios, religiosos y sangrientos. Eran realizados por la ciudad de Elis en Altis, el recinto sagrado dedicado al dios Zeus -padre de dioses y hombres-, en el valle de Olimpia, península del Peloponeso. Se iniciaban con una ceremonia de juramento y sacrificio a Zeus. Sólo duraba un día, aunque fue creciendo con el paso del tiempo y el agregado de competencias, hasta totalizar 23 disciplinas en un máximo de cinco días.
Esta ampliación llevó al crecimiento edilicio, destacándose sobre todos el templo dedicado a cobijar la enorme estatua de Zeus, de 13 metros de altura, que fuera realizada por Eideas, el más famoso escultor de la Antigua Grecia. La construcción, por su magnificencia, fue incluida entre las Siete Maravillas de la Antigüedad, aunque hoy queda poco de él debido a que primero fue incendiado durante el mandato del emperador romano Teodosio II y finalmente, fue devastado  por varios terremotos.
Por una tregua sagrada o Ekencheiría, firmada entre los estados de Esparta, Pisa y Elida, se prohibía todo tipo de actividad guerrera mientras duraban los Juegos. Se declaraba inviolable el territorio de Olimpia y se prohibía el ingreso de toda  persona armada a la región. Los Juegos tenían lugar durante el mes griego de Hecatombión, dentro del solsticio de verano, que correspondería a los actuales meses de julio o agosto. Y bastante tiempo antes se enviaban mensajeros por todo el país anunciando la fecha en que los mismos se harían.
Las normas para los participantes, que llegaban desde todos los rincones de Grecia, eran sumamente estrictas. Debían ser hombres libres, hablar griego y tener una conducta intachable. Participaban a título individual, nunca por equipos, debían documentar un mínimo de diez meses de entrenamiento para la prueba a la que aspiraban intervenir y superar una preselección. Con un mes de anticipación, los atletas llegaban y quedaban alojados en dependencias de Olimpia. El trabajo de preparación no era improvisado sino que contemplaba las exigencias propias de cada disciplina, incluso se llegaba a cuidar el detalle de entrenar en los mismos horarios en que se realizaban las competencias. Hacia el siglo V a.C. ya se conocía la existencia de entrenadores, siguiendo muchos de ellos el manual de entrenamiento atlético realizado por Lecus de Tarento.
Los ganadores disfrutaban de una gran recompensa, aunque en los Juegos sólo se los premiaba con una corona de hojas de olivo -más tarde serían de laurel- y con el honor de colocar una estatua con su efigie dentro del recinto de Olimpia. Pero en sus ciudades eran recibidos como verdaderos héroes, se los mantenía de por vida y recibían toda clase de prebendas. Las victorias eran exaltadas por los poetas, siendo Píndaro el que alcanzó mayor fama y es considerado como una especie de predecesor de los periodistas deportivos de hoy. Así como se veneraba a los vencedores, se sancionaba con tremenda dureza a los que realizaban trampas o mostraban un mal comportamiento. La prueba reina de los Juegos Olímpicos, con la que se cerraba la competencia, era una carrera de 192,27 metros, que abarcaba la recta del escenario olímpico.
La presencia y participación de mujeres en los Juegos estaba prohibida, dado que el santuario de Olimpia era un lugar sagrado para los varones. La violación de esa ley estaba penada con la muerte, y de manera horrenda, ya que se arrojaba a quién lo incumpliera por los barrancos del monte llamado Tipeo. La única mujer cuya asistencia se admitía era la de la gran sacerdotisa Demeter, quien se situaba frente a donde se sentaban los hellonódicas, jueces supremos de los Juegos. Por entonces, las mujeres tenían sus propias competencia en los Juegos de Hera, donde quienes competían debían ser vírgenes y oriundas de la ciudad de Elis.
Calipatira era hija del célebre campeón olímpico Diágoras de Rodas y hermana de los también campeones Damageto, Acusilao, y Dorieo. Su padre la entrenó al igual que sus hermanos y le inculcó ese amor por el deporte, creando una gran estirpe familiar de campeones olímpicos. Pero al ser mujer no podía competir como sí hicieron sus hermanos. Se casó con Calianax, con quien tuvo dos hijos: Eucles, que obtuvo el premio de pugilato en dos Juegos, y Pisírrodo, quien debía combatir en la edición de 404 a.C. En su amor de madre, Calipatira sabía que su hijo sería el vencedor, estaba segura de ello, y quiso ver su coronación, algo que no había conseguido con Eucles. Entonces se disfrazó de hombre y se hizo pasar por entrenador de su hijo. Todo iba bien hasta que la emoción se le hizo incontenible al ver la victoria de Pisírrodo. Salió corriendo para abrazarlo, pero su ropa holgada se enganchó en una valla y ella quedó desnuda ante todos los presentes, descubriendo así su engaño. Los helanódicas, por consideración a la fama olímpica de su familia, escucharon sus alegatos tan pasionales como los que mostró en el estadio y, finalmente la perdonaron. Sin embargo ese accionar sentó precedente. En adelante, además de los deportistas, también los entrenadores debían estar desnudos en las competiciones.
Con el paso del tiempo la medida se fue elastizando hasta que se permitió la inserción de la mujer en los Juegos. Primero en las carreras de cuadrigas donde, aunque no competían físicamente, aparecieron las primeras campeonas olímpicas, puesto que en estas competencias no se proclamaba vencedor a quien conducía, sino al propietario de los caballos. De este modo, una mujer con una buena condición económica, podía disponer de caballos en propiedad para poder competir en los Juegos Olímpicos. La primera campeona fue Cinisca, hermana del rey Agelisao de Esparta.
Mientras por estos días siguen las presiones para que Yoshiro Mori (83), presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos 2020, renuncie tras sus comentarios misóginos y las mujeres siguen ganando espacio en las competencias quedando cada vez más cerca de la igualdad con los hombres, se debe recordar a quienes, como Calipatira, iniciaron ese camino.