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Rudolf Hess, el "niño mimado" de Hitler

El 10 de mayo de 1941 el lugarteniente del Führer se trepó a un avión, piloteó en la noche hasta Escocia, se lanzó en paracaídas y, cuando lo detuvieron, dijo que llevaba un acuerdo de paz para hablar con Churchill. Los detalles de uno de los episodios más controvertidos de la guerra y el suicidio del criminal nazi que jamás habló y se llevó todos los secretos a la tumba.

Especiales - Contratapa 11/05/2022 Redacción Web Redacción Web
contra 1

Por Alberto Amato - Fue un disparate. Y provocó, hace ochenta y un años, lo que provocan los disparates: en la superficie, un escándalo; en las entrañas, un terremoto que resquebraja los cimientos. Privó el escándalo por sobre las raíces resquebrajadas del Tercer Reich que ya no volvió a ser el mismo. Adolf Hitler, tampoco.
El 10 de mayo de 1941, Rudolf Hess, lugarteniente del Führer, una especie de Führer suplente, que había sido niño mimado del nazismo y había secundado a Hitler desde sus violentos pininos en la política alemana en los años veinte del siglo pasado, se trepó a un avión, piloteó en la noche hasta Escocia, se lanzó en paracaídas y, cuando lo detuvieron, dijo que llevaba a Inglaterra un acuerdo de paz entre el Reich y el Reino Unido para, juntas las dos naciones, acabar con la Unión Soviética y reinar ambas en Europa. Lo metieron preso y jamás volvió a ver la luz del sol en libertad. Pero el episodio es uno de los más curiosos, secretos y controvertidos de la Segunda Guerra Mundial.
Hess había nacido en Alejandría, que era entonces dominio británico, el 26 de abril de 1894. Fue un héroe de la Primera Guerra Mundial, como soldado del Séptimo Regimiento de Artillería de Campo de Baviera y batalló contra los británicos en el Somme y en Ypres, dos trincheras épicas de aquella guerra, en las que ganó una Cruz de Hierro. Fue herido en julio y agosto de 1917, primero en el brazo y luego en el pecho; convaleciente todavía, se inscribió en las bases aéreas de Oberschleissheim y Lechfeld para ser piloto, pero la guerra terminó antes de que entrara en combate.
Los británicos se habían quedado con la pequeña fortuna familiar amasada en Egipto y Hess se unió en Alemania a la Sociedad Thule, un grupo antisemita de derecha y a los Freikorps, una organización paramilitar en la entonces República de Weimar, una experiencia socialista que terminó en desastre. Estudió Historia y Ciencias Económicas en la Universidad de Múnich y aprendió geopolítica de labios del ex general Karl Haushofer, que impulsaba el concepto de "espacio vital" para justificar las ambiciones alemanas de conquistar por la fuerza un territorio ubicado en la Europa del este. Hitler haría de ese concepto uno de los pilares del NSDAP, Partido Nacional Socialista Obrero Alemán. Hess diría de sí mismo, años después, que Egipto lo había hecho nacionalista, la Primera Guerra lo había hecho socialista y Múnich lo había hecho antisemita.
Hess conoció a Hitler en 1920, cuando lo escuchó hablar en Múnich. Quedó encandilado, fascinado, seducido por su personalidad, y se unió de inmediato al NSDAP como miembro número dieciséis del partido. Participó del famoso "putsch" de la cervecería con el que Hitler y los suyos quisieron dar un golpe de Estado en Alemania. Los dos fueron a parar a la cárcel y la relación entre Hitler y Hess tornó a ser íntima. En la prisión de Landsberg Hitler redactó su plataforma política vertida en Mein Kampf (Mi lucha), que fue transcrita por Hess, que también aportó sus propias ideas antisemitas a la que sería la columna vertebral ideológica del nazismo.
Hitler lo hizo su secretario privado en 1925 y su asistente personal en julio de 1929, lanzado ya a la toma del poder. Hess lo acompañó por todo el país en sus actos y discursos de campaña, mejoró la oratoria y la gestualidad de Hitler y se volvió su amigo y confidente. Algunos historiadores sugieren una atracción homosexual entre ambos, al menos velada. En diciembre de 1932 Hess fue nombrado comisionado político del NSDAP y con Hitler ya en el poder fue su lugarteniente y hombre de confianza, el único que podía verlo en cualquier momento del día sin cita previa. En 1935 Hess firmó, junto con el Führer, las infames leyes raciales de Núremberg.
No era cualquier nazi el que huyó a Inglaterra en 1941. Sólo que en siete u ocho años, todo había cambiado bastante para Hess. En 1941 había sido relegado del círculo íntimo de Hitler, que enfrentaba entre sí a las principales figuras del Reich por los favores del jefe: Herman Göring, Heinrich Himmler, Joseph Goebbels y Martin Borman estaban enfrascados en una guerra personal por el dominio de los resortes del Reich y por la suerte de Alemania en la Segunda Guerra.
Göring, por ejemplo, que al inicio de la guerra había sido considerado un héroe por las acciones de su fuerza aérea, la Lutwaffe, había perdido parte de su prestigio cuando no pudo doblegar la feroz resistencia aérea de la Royal Air Force en la Batalla de Inglaterra. Himmler estaba detrás de los servicios de inteligencia y de la poderosa y temida policía del Estado, Gestapo, enfrentado a Göring, que tenía su propio servicio de informaciones en Baviera. Todos miraban con recelo a Goebbels, que no confiaba en nadie y armaba, con la paciencia de un entomólogo, carpetas de antecedentes de sus enemigos en el Gobierno. El Reich triunfante, se deshacía en duras peleas internas.
Hess había quedado al margen no sólo de esas internas, sino de los favores de Hitler, que mantenía su amistad y lo mantenía también en el cargo de lugarteniente. Pero su influencia era nula. Existían sospechas, fundadas, de que Hess se inclinaba con lentitud a la demencia. Se había volcado al esoterismo, a los designios del péndulo sobre la realidad, a lo que los astros decían de la guerra a través del horóscopo y a la posibilidad de mover objetos y condicionar voluntades a través de la energía mental. Si Hess estaba chiflado es algo que no se sabrá nunca del todo porque fue esa, la locura, la excusa que Hess le dijo a Hitler que exhibiera si su plan de paz con Inglaterra fracasaba. Y fue esa, la locura, la razón que Hitler esgrimió para borrar del mapa alemán la figura de Hess después del fracaso de su misión de paz.
Para contribuir a la confusión, el historiador británico Peter Padfield reveló en su libro Hess, Hitler and Churchill: The Real Turning Point of the Second World War A Secret History (Hess, Hitler y Churchill, el momento decisivo de la Segunda Guerra Mundial Una historia secreta), que Hess voló a Escocia con un tratado de paz diseñado por el propio Hitler, y con su anuencia, en el que el Führer ofrecía al primer ministro británico retirarse de Europa a cambio de que Gran Bretaña se declarara neutral cuando Alemania invadiera Rusia. "El viaje de Hess no fue un complot del lugarteniente de Hitler, sino un tratado de paz completamente desarrollado. Fue rechazado por Churchill porque tiraba abajo sus esfuerzos de lograr que Estados Unidos entrara de lleno en la guerra", fijo Padfield al diario The Economist. Si es cierta la teoría de Padfield, se derrumba el mito del viaje loco de Hess para ofrecer la paz a Churchill, que por ahora es la historia oficial.
Fue la decisión de Hitler de invadir la Unión Soviética lo que lo cambió todo. Hess, que había quedado al margen del debate y la decisión, pensó que era una locura; que Alemania, con dos frentes de combate abiertos al mismo tiempo, estaba condenada a la derrota. Göring pensó exactamente lo mismo, pero decidió adular a Hitler. Hess decidió hacer algo. Y lo hizo. No sólo para evitar la derrota que preveía, sino para recuperar su prestigio que Hitler había desdeñado. Si su misión tenía éxito, Hess volvería a ser quien había sido. Ni siquiera contempló la posibilidad de que los británicos lo apresaran.
La tarde del sábado 10 de mayo de 1941, Hess, que se había despedido horas antes de su mujer, Ilse, y de su hijo, Wolf Rüdiger, a quienes les aseguró que regresaría el lunes por la noche, llegó en su Mercedes a la fábrica de aviones Messerschmitt, vecina a Ausburgo. Allí se cambió de ropa, se enfundó en un taje de piloto, forrado de piel, y se calzó una chaqueta de capitán de la Lutwaffe. Poco antes de las seis de una tarde soleada de primavera, su avión Messerschmitt 110 despegó con Hess como único piloto. Poco después de las once de la noche, después de cruzar Alemania, el Mar del Norte y las tierras bajas de Escocia, cerca de Glasgow, y ya casi sin combustible, Hess abrió la carlinga del avión, se arrojó al vacío en paracaídas, se lastimó el tobillo en la maniobra y cayó en una granja, para asombro de sus habitantes.

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