Ironman

Por Oscar Martínez. En 2015, Sebastián Carrasco decidió suspender su actividad de montaña para pasar más tiempo junto a su familia. Entonces tomó un empleo como encargado de seguridad en un sistema de cuerdas altas, una actividad que utilizan algunas empresas para regalarles a sus trabajadores una jornada distinta. Esa tarde, su función era velar por que cada uno de los clientes tuviera bien colocado el arnés de seguridad. "Teníamos un grupo de 35 personas. Todos cumplieron con los desafíos y salieron del sistema. Quedé arriba, en una de las torres, parado a 12 metros de altura con un arnés de escalada, una cuerda, casco y todas las normas de seguridad. La cuerda se amarra bien alto, pasa por un anclaje y del otro extremo hay un asegurador, una persona. El desafío es saltar al vacío. Como del otro extremo hay una persona que te está asegurando, éste actúa de contrapeso y tú no caes al piso. Es un salto que da mucho miedo, sobre todo para el que no está acostumbrado. Yo lo había hecho muchas veces, estaba acostumbrado. Me amarré a la cuerda, le pregunté a mi compañero si me tenía asegurado y él en seguida me dijo que no. Entonces, esperé un poco y después simplemente escuché una afirmación, alguien gritó ‘bueno’ o’ dale’... y ahí fue mi error. No comprobé que ese grito fuera para mí y simplemente salté. Escuché que me gritaron ‘¡no!’ porque no me tenían asegurado. Caí libre. Y fue instantáneo. Ya no pude mover mis piernas", recuerda en el documental "Libre".
Sebastián Carrasco creció en Quito rodeado de naturaleza. Campamentos de verano, escaladas, paseos por los bosques y tardes de bicicleta por las sierras de su país sembraron dentro suyo la semilla de aventura que crecería en su adolescencia. Zuco, como lo llaman sus amigos, estudió en Ecuador y en Estados Unidos hasta que se marchó a Canadá para formarse en Deportes de Aventura. Enfocado en completar los estudios de Guía de Montaña, pasó tres años en la nación norteamericana de la que volvió siendo un experto en alpinismo. Decidió establecerse de nuevo en Ecuador decidido a vivir de lo que amaba. Según relata Jeremías Rodríguez, Carrasco encaminó su vida tal cual la soñaba de pequeño. Sus largas jornadas como guía de grupos que lo contrataban para alcanzar distintas cumbres, las intercalaba con viajes a otras partes del mundo en donde era él quien buscaba escalar los picos más altos del planeta. Así conoció Perú, Bolivia, Argentina, y Los Andes se transformaron en su fuente de energía mental, espiritual y física.
El accidente le provocó una lesión medular a nivel cervical, por lo que clínicamente es considerado cuadripléjico. De ganarse la vida como guía de montaña, recorrer Sudamérica como alpinista y haber sido padre por segunda vez días antes, se encontró de repente postrado en una cama, sin independencia siquiera para cumplir con sus necesidades más básicas. "En un inicio estaba completamente horizontal en el hospital, sólo podía mover el cuello. Dependía de que alguien me ayudara a hacer absolutamente todo, desde comer, vestirme, darme la vuelta, no me podía ni sentar". 
Para iniciar una recuperación física, primero debía trabajar la mente. Entonces llegó lo más duro. Fueron más de tres horas de terapia diaria las que lo ayudaron a pasar esos primeros meses en donde la angustia, la frustración y el reproche consigo mismo eran constantes. "No veía salida, no quería aceptar tampoco esta nueva discapacidad o forma de vida y no me veía viviendo en una silla de ruedas. Nadie lo pide, ni lo planea, pero siendo tan activo e independiente y de repente caer en ésto... estar en una cama esperando que te cambien el pañal y que te den de comer, es duro".
Fue un proceso de evolución largo hasta comprender que la vida continuaba: "Me ayudó mucho hacer una certificación de coach ontológico. Duró 8 meses y trabajamos muchas cosas: el aprender a perdonarme a mí mismo, pasar la página y seguir adelante. Aceptar lo que fue. Darme cuenta de que hay muchas cosas que no las puedo hacer de la manera que yo quería, pero que sí puedo hacer muchas otras".
Lentamente fue saliendo de la negatividad inicial y pudo enfocarse en lo físico. "Al ganar independencia, simplemente renací". Recuperó la movilidad de sus extremidades superiores, aunque hasta el día de hoy le cuesta sostener un vaso, y volvió a sumergirse en el deporte. Una amiga le propuso cierto día subir el monte Kilimanjaro. "Me parecía una locura. Debía conseguir la plata para ir a África, una handbike especial y subirme una montaña de casi 6 mil metros, con desnivel de 4 mil. En mi cabeza, yo repetía que estaba loca, solo veía lo malo, pero en mi corazón sabía que eso era lo que necesitaba". Habló con Chris Waddell, un estadounidense que tiene parálisis de la cintura hacia abajo y en 2008 se convirtió en el primer atleta paralímpico en subir el Kilimanjaro usando solo sus brazos. "Lo busqué, lo contacté, le conté mi proyecto y le gustó. Aparte le dije que necesitaba una handibke y me prestó la suya".
El 7 de septiembre de 2019 comenzó su expedición africana en Tanzania junto a un grupo de amigos. El Kilimanjaro (5.882 metros de altura) era la meta. Pero volver a ser Zuko era la misión. El recorrido era tan complejo que la idea inicial de llegar hasta la cima sin ayuda, para establecer un nuevo Récord Guinness, fue descartada de inmediato. Entonces, el grupo se enfocó en colaborar para que Carrasco no padeciera en soledad las dificultades de un terreno que por momentos era rocoso y por otros tan empinado que necesitaban subirlo con un sistema de cuerdas. Finalmente, al sexto día llegaron a la cumbre.
Después de aquella epopeya y con el ánimo por las nubes, solo quedaba mirar hacia arriba. ¿Y qué hay más alto que una montaña?, el cielo. "Uno de mis amigos vuela en parapente y me propuso hacerlo. Él había hecho un curso en Estados Unidos en donde vio a personas con discapacidad que hacían parapente con una silla. En plena pandemia nos fuimos a la playa, un lugar súper seguro, y ahí empecé con esto de volar. Ha sido una locura, una increíble sensación de libertad".
 En abril de 2021, Zuko logró subir la cumbre del Cayambe, un volcán con pico nevado que es la tercera elevación más importante de Ecuador. Tras llegar a lo más alto y disfrutar un rato de la vista, tomó su trineo y se lanzó en parapente desde 5.700 metros. "Me emociona acordarme porque fue mágico. Pasé de ser una persona que no camina a poder volar". 
  Ahora, este ecuatoriano de 40 años que desconoce de límites, no para de ponerse nuevos desafíos. Disfruta de ver crecer a sus hijas, quienes también tienen el gen de la aventura y encuentran en él un ejemplo de fortaleza y fuente de inspiración que difícilmente hallarán en otro lado. Pero también se entusiasma con conocer el Himalaya y con participar de los Juegos Paralímpicos de París 2024 en la modalidad de carreras de handbike. Su vida es una lección de recuperación para quienes están atravesando por momentos complejos.
"Todos hemos vivido situaciones difíciles. Depende de nosotros quedarnos atrapados en ese rol de víctima o transformar esta tragedia en una oportunidad. Muchas veces somos nosotros mismos los que ponemos las barreras. Soy un agradecido a la vida, cuando me despierto veo qué puedo hacer ese día para ser mejor, para ser feliz. Hay una frase de Bert Hellinger que me gusta mucho: ‘La vida no te da lo que quieres, sino lo que necesitas para evolucionar’, y eso a veces es duro, pero si sabemos sacarle lo bueno, ya es un logro y también un éxito".