Carta a un amigo

Por Bryan J Mayer – Un amigo es ese hombre o esa mujer en la que nos apoyamos cuando el calor de la familia no existe, no alcanza o no es oportuno. Es la persona que la vida, el universo o Dios nos puso cerca alguna vez y que elegimos hacer parte de nuestra historia. Acaso ¿Alguna vez pensamos cuánta gente hay a nuestro alrededor y con cuántas personas “nos quedamos”? Seguramente notaremos que la mayoría forma parte del espectro desapercibido de nuestra cotidianeidad o con un mínimo y necesario contacto; otra parte será aquella con la que interactuaremos un poco más debido al desarrollo de nuestro empleo, profesión o actividad laboral y – finalmente – un minúsculo grupo de nuestro entorno será el que no tendrá día ni horario para compartir problemas, alegrías o simplemente pasar el rato ¿Cuántas veces les preguntamos dónde estaban para estar con ellos?

Alguna vez, alguien le dijo a este narrador que un verdadero amigo es – en realidad – el más implacable enemigo. No fue sencillo comprenderlo, pero el tiempo y la experiencia le dieron sustento. Un amigo es quien puede destruirnos completamente y – aun así – no lo hace. Es aquel que logra conocer nuestras entrañas y tiene absoluta libertad para darnos una trompada de realidad cuando los pies se nos despegan del suelo. Lo que no quita, en absoluto, que sea la misma persona que se ponga al lado para soñar nuestras metas y objetivos. Pero, principalmente, es quien desinteresadamente nos ayudará y trabajará a la par en pos de conseguir aquellos que anhelamos. También es la misma persona que hará toda la fuerza posible para abrirnos los ojos cuando note que el engaño o la mentira se apodera a escondidas de nuestro alrededor ¿Cuántas veces hemos discutido con ellos por no querer verla? Aunque lo mismo que dice cada oración de este párrafo lo haríamos nosotros por ellos.

Quienes tienen la dicha de contar con un amigo, saben que son seres con los que se pasó frío y calor; se vivieron grandiosas anécdotas; se comparten secretos y miedos; se analizaron serios proyectos y se ridiculizaron en bizarros momentos. En un amigo hay confianza y desinterés, pero no vergüenza. En este tipo de relación, eso mismo que se recibe es lo mismo que se ofrece: la incondicionalidad es la premisa de todo.

La palabra y la confianza de un amigo no se discute ni se duda. Sabemos que su consejo es sincero; que la llave de nuestro hogar, coche o nuestra billetera está igual de segura en sus manos que en las nuestras y que el reloj o la distancia nunca será una excusa. La presencia de un amigo tampoco se esconde, por el contrario, es uno más en la foto familiar sin mayor análisis.  Estos factores, en resumen, son los mismos que nos permiten rápidamente saber si la persona que tenemos en mente o en frente es un amigo.

Leyendo estas líneas es imposible no recordar miles de momentos compartidos, colmados de felicidad. También es imposible que la nostalgia no nos abrace al pensar en lo imposible de repetirlos en lo inmediato, debido a las exigencias que nos impone el Coronavirus. Pero sí es buen momento para reflexionar qué extrañamos, qué haríamos hoy si la libertad fuera nuevamente absoluta y qué le diríamos a ese amigo de tenerlo otra vez cara a cara. Como contracara, es oportuno pensar en la cantidad de veces que rechazamos o no quisimos eso mismo que hoy extrañamos por alguna insignificante razón.

Leer estas líneas también pone sobre relieve aquellas oportunidades en las que nos equivocamos, en las que dudamos, no creímos o fallamos. Seguramente todas esas pruebas fueron conjuntamente superadas, porque eso hace un amigo: entiende, perdona y sana. Si no lo hace, no deberíamos perder la calma – aunque duela – porque seguramente no estábamos frente a un amigo. Del mismo modo ante aquellas personas que – de la noche a la mañana – se esfumaron como estrellas fugaces en una profunda noche de invierno. Puede quedar la sensación de que hemos fallado, de que no fuimos suficientes, pero seguramente la explicación estará en un interés que representamos momentáneamente sin darnos cuenta. Un amigo sincero no lo es por “temporadas” (Según el resto de nuestro círculo de relaciones, vestuario, auto, salario, etc.) Un amigo lo es por nuestra esencia humana.

Todos sabemos que una aplicación de mensajes o videollamadas no reemplaza una cena, unos mates o una cerveza con ese amigo especial. Es sabido, también, que la pandemia pasará y pronto estaremos abrazados otra vez. Eso si la vida, más allá del virus, lo permite. Ayer estuvimos y hoy también, pero ¿Quién sabe mañana? Por eso, si bien somos amigos todos los días de nuestra existencia, este 20 de julio no estaría mal aprovechar el Día del Amigo como excusa para llamarlo, para llamarla y decirle que estamos, cerca o lejos, pero que todavía estamos para ser amigos. Lo que quedó en el tintero puede morir allí, al igual que lo que sentimos y no demostramos. Aprovechemos la incertidumbre para dejarle una carta a un amigo.