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Las Bienaventuranzas son el anuncio de una nueva humanidad

La santidad es "gozo y profecía", dijo el Papa Francisco durante el rezo del Ángelus de este 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos.

Culto Católico 02/11/2021 Redacción web Redacción web
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El santo trae la "profecía de una nueva humanidad, de una nueva forma de vida", declaró Francisco durante el Ángelus de la fiesta de Todos los Santos, el 1 de noviembre.
El pontífice inició su reflexión sobre el texto que propone la liturgia para este día: "las Bienaventuranzas", que nos muestran "el camino que lleva al Reino de Dios y a la felicidad: "El camino de la humildad, de la compasión, de la mansedumbre, de la justicia y de la paz. Ser santos es recorrer este camino".

Santidad y alegría

Hablando en primer lugar de la alegría, el Santo Padre señaló que Jesús comienza con la palabra "Bienaventurados". Se trata del "anuncio principal, el de una felicidad inaudita", pues "la santidad no es un programa de vida hecho sólo de esfuerzos y renuncias, sino que es ante todo el gozoso descubrimiento de ser hijos amados por Dios".
Es la vivencia de los santos que "incluso en medio de muchas tribulaciones, vivieron esa alegría y la testimoniaron":
No es una conquista humana, es un don que recibimos: somos santos porque Dios, que es el Santo, viene a habitar nuestra vida. ¡Por eso somos bienaventurados! La alegría del cristiano, por tanto, no es la emoción de un momento o simple optimismo humano, sino la certeza de poder afrontar cada situación bajo la mirada amorosa de Dios, con la valentía y la fuerza que proceden de Él. 
Sucede que, tal como explicó el Santo Padre, "sin alegría, la fe se convierte en un ejercicio riguroso y opresivo, y corre el riesgo de enfermarse de tristeza". "Un padre del desierto, -recordó el Papa- decía que la tristeza es ‘un gusano del corazón’, que corroe la vida". 
Interroguémonos sobre ésto: ¿somos cristianos alegres? ¿Transmitimos alegría o somos personas aburridas y tristes con cara de funeral? Recordemos: ¡no hay santidad sin alegría!
Pasando al aspecto de la profecía, el Santo Padre reiteró que "las Bienaventuranzas están dirigidas a los pobres, a los afligidos, a los hambrientos de justicia".
"Es un mensaje a contracorriente", afirmó.  
El mundo, de hecho, dice que para ser feliz tienes que ser rico, poderoso, siempre joven y fuerte, tener fama y éxito. Jesús abate estos criterios y hace un anuncio profético: la verdadera plenitud de vida se alcanza siguiéndole, practicando su Palabra. Y esto significa ser pobres por dentro, vaciarse de uno mismo para dejar espacio a Dios. 
"Quien se cree rico, exitoso y seguro, lo basa todo en sí mismo y se cierra a Dios y a sus hermanos"; mientras que "quien es consciente de ser pobre y de no bastarse a sí mismo permanece abierto a Dios y al prójimo"; y así, este último, "encuentra la alegría", explicó Francisco. 
Las Bienaventuranzas, pues, son la profecía de una humanidad nueva, de un modo nuevo de vivir: hacerse pequeño y encomendarse a Dios, en lugar de destacarse sobre los demás; ser manso, en vez de tratar de imponerse; practicar la misericordia, antes que pensar solo en sí mismo; trabajar por la justicia y por la paz, en vez de alimentar, incluso con la connivencia, injusticias y desigualdades. 
De este modo la "santidad", es "acoger y poner en práctica, con la ayuda de Dios, esta profecía que revoluciona el mundo", subrayó Francisco. 
Que la Santísima Virgen – concluyó el Papa antes del rezo mariano – nos dé algo de su ánimo, de ese ánimo bienaventurado que ha magnificado con alegría al Señor, que "derriba a los potentados de sus tronos y exalta a los humildes".

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