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El día que Raúl Alfonsín y José Sarney intentaron romper la rivalidad entre Argentina y Brasil y plantaron la semilla del Mercosur

El 29 de noviembre de 1985 se inauguró el “Puente de la Fraternidad” que une Puerto Iguazú con Foz do Iguaçu con la presencia de los presidentes de Argentina y Brasil.

Nacionales 30/03/2021 Redacción Redacción
alfonsin

Las fotos muestran a los dos presidentes con el fondo de las Cataratas de Iguazú, frente a una represa, en uno de los balcones del hotel y, claro, en medio del flamante puente que une a los dos países. Raúl Alfonsín viste uno de sus tradicionales trajes oscuros, de esos que el publicista David Ratto le recomendó para la campaña presidencial y que nunca abandonó. El atuendo del presidente argentino contrasta con el ambo cruzado muy claro que José Sarney eligió para la ocasión.

Además de ser demócratas convencidos, los dos mandatarios habían cultivado para entonces una amistad personal que facilitó los acuerdos entre dos países vecinos cuya rivalidad era histórica. Es más, en las Fuerzas Armadas de Brasil y Argentina siempre se hacían “hipótesis de conflicto” (guerra convencional) entre ambas naciones. Lo delatan las instalaciones militares en puntos fronterizos.

La ambición de Alfonsín y Sarney es torcer ese rumbo y, por si fuera poco, prevén trasladar a la región ese proyecto de integración.

Los dos primeros mandatarios de las democracias recién recuperadas de la Argentina y de Brasil saben que ese viernes 29 de noviembre de 1985 -primaveral, con unas nubes blancas que por momentos ocultan el sol- iba a ser inevitablemente un día histórico. No sólo por la inauguración del puente internacional que une a Puerto Iguazú con Foz do Iguaçu y que lleva el nombre de “Tancredo Neves” -en honor al presidente electo que murió antes de asumir su cargo para marcar el final de la larga dictadura brasileña- sino porque han decidido y están dispuestos a acabar con siglos de rivalidad entre los dos países y dar una fuerte señal para la integración de la región, que cinco años después intentará plasmarse con el Mercosur.

Raúl Alfonsín murió el 31 de marzo de 2009 -hace ya 12 años-, José Sarney ha superado la barrera de los 90 años y sigue siendo un hombre lúcido, que sigue el día a día de la política de su país y de la región. En una de las últimas entrevistas que concedió, hace poco más de un año, recordó el proyecto que lo hermanó con Alfonsín: “Aún sueño con que encontremos un camino en América del Sur para volver a los ideales de integración que en los años ’80 pensamos con Raúl Alfonsín. Hicimos dos cosas que me parece que hoy no son suficientemente valoradas. Conseguimos algo extraordinario en beneficio de la humanidad: terminar con la carrera nuclear en la región, con la ambición de sectores militares que querían establecer una competencia nuclear en América del Sur. Hoy somos una región sin disputas de naturaleza nuclear. También hicimos algo muy importante por América Latina: impulsar la integración. Es un legado que hoy un poco se deshizo”.

En esa entrevista también señaló los hitos que marcaron ese acercamiento entre los dos países y se refirió a las fotos que se mencionan al principio de esta nota: “Lo hicimos todo sin intermediarios. Puedo simplificarlo: lo resolvimos con fotos. Una de Alfonsín en Itaipú, que resolvió las disputas por las aguas del Paraná. Después vino mi visita a (la usina de enriquecimiento de uranio ubicada en Río Negro) Pilcaniyeu. Alfonsín me pidió que fuera con científicos brasileños. Luego Alfonsín vino a una de las plantas donde producimos uranio enriquecido. Fue lo primero: terminar con la carrera nuclear”.

Acotan estos cronistas: tanto la dictadura argentina como la brasileña dieron pasos concretos para avanzar en energía nuclear con veleidades de fabricar bombas atómicas. Alfonsín y Sarney enterraron esos delirios belicistas.

De la rivalidad a la integración
Al puente internacional “Tancredo Neves” inaugurado aquel día en la actualidad se lo llama más por su significado histórico: el “Puente de la Fraternidad”. Fue un hecho material y simbólico que intentó reflejar la vocación de cambiar la relación entre dos naciones que llevaban siglos de tensiones, incluso desde antes de conformarse como tales.

Fue la tensión que se mantuvo siempre en tiempos coloniales, entre los imperios español y portugués y que continuó, con vaivenes, luego del surgimiento de Argentina y Brasil como países independientes. Dos gigantes regionales que se medían constantemente. En todo caso, si hubo una alianza temporal fue la que derivó en la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) y que diezmó a la población paraguaya y dejó postrado aquel país.

Para cambiar esa realidad, Alfonsín y Sarney dieron pasos trascendentales, viendo la realidad de sus países dentro del contexto internacional.

Hubo un antecedente pero que precisamente el contexto internacional impidió que se concretara. Lo formuló Juan Domingo Perón en 1953 y lo llamó “Plan ABC” (por Argentina, Brasil y Chile). El entonces presidente argentino dio un discurso en la Escuela Superior de Guerra (noviembre de 1953) en el que vislumbraba la necesidad imperiosa de aunar esfuerzos en la región. Brasil era presidido por Getulio Vargas y, ante las adversidades de su tercer gobierno, se quitaría la vida meses después. En cuanto a Chile, había asumido Carlos Ibáñez la presidencia y era partidario de un entendimiento entre las tres naciones. Sin embargo, a mediados de los cincuentas no avanzó en absoluto la idea integracionista.

“Alfonsín consideraba que se estaban formando en el mundo grandes bloques económico-políticos. Es decir, el Mercado Común en Europa, el NAFTA se estaba preparando en América del Norte, había asociaciones en Asia y en África, lo propio sucedía en los países árabes. En ese contexto, tenía la hipótesis de que solamente la formación de un bloque económico y político en la región podría potenciar a América del Sur”, recuerda para Infobae Oscar Muiño, biógrafo del expresidente y autor de Alfonsín. Mitos y verdades del padre de la democracia.

Muiño agrega: “Lo primero era la política, ejemplo que tomaba de la Europa de la posguerra, cuando se arma la Comunidad Económica del Carbón y el Acero que devino en la Comunidad Económica. El origen fue blindar la posibilidad de nuevos escenarios bélicos entre Francia y Alemania, tras tres guerras -entre ellas la Gran Guerra- entre ambas potencias en el transcurso de apenas 70 años. Acá Alfonsín buscaba lo mismo, desarmando el tema con Brasil y buscando una política económica independiente de los bloques liderados por la Unión Soviética y los Estados Unidos”.

La democracia y la cuestión militar
Para noviembre de 1985, la democracia recuperada de la Argentina no había cumplido dos años y Brasil daba los primeros pasos post dictatoriales después de un régimen militar que se había prolongado por más de dos décadas.

Las democracias nacían en Brasil y Argentina condicionadas por las Fuerzas Armadas de sus propios países y en el marco de una región donde las dictaduras militares eran mayoría. Es decir, pese a la envergadura de los dos países, esas democracias nacían rodeadas.

“No hay que olvidar que cuando asumió Alfonsín, el Cono Sur era un nido de dictaduras y él era consciente de que ningún gobierno democrático podía sobrevivir mientras se mantuvieran las dictaduras a su alrededor. En ese contexto, sabía que para garantizar la democracia había que quitarle poder político a las Fuerzas Armadas y una de las formas era desarmar las hipótesis de conflicto con los países de la región”, dice Muiño.

La Argentina había estado a un paso de un enfrentamiento bélico con Chile por el conflicto limítrofe del Canal de Beagle a fines de 1978. La salida que encontró Alfonsín fue llamar a un plebiscito no vinculante para aprobar o rechazar el Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile. Obtuvo un apoyo rotundo: el “Sí” superó el 81% de los votos.

Resolver la tensión con Brasil, el otro gigante latinoamericano, resultaba mucho más complejo.

“Estaba la vieja puja de Brasil y Argentina por la conducción de América del Sur. Había toda idea en las Fuerzas Armadas que consideraba que Brasil era el rival estratégico y algunos hasta creían que era el enemigo. Incluso en los años anteriores se había hablado mucho de que las represas brasileñas eran un atentado contra la soberanía nacional. ¿Qué hizo Alfonsín entonces? Apenas asumió Sarney, el gobierno en Brasil lo llevó a las instalaciones secretas donde se desarrollaba el plan nuclear argentino, que era mucho más avanzado que el de Brasil. Eso hacía que las Fuerzas Armadas brasileñas temieran que la Argentina llegara antes que Brasil a fabricar una bomba nuclear, porque hay que recordar que todavía no se había firmado el Pacto de Tlatelolco de No Proliferación de Armas Nucleares. Argentina le mostró a Brasil todos los avances que había hecho y al mismo tiempo los brasileños abrieron sus secretos militares”, explica Muiño.

La desactivación del fantasma del peligro nuclear y el incipiente desarrollo de lazos de cooperación entre los dos países alejó la posibilidad de un enfrentamiento y con ello la justificación de necesitar unas Fuerzas Armadas en pie de guerra, con recursos económicos enormes y fuerte presencia política.

La Declaración de Iguazú, semilla del Mercosur
Al gesto simbólico de la inauguración del puente -el primero desde 1947, cuando se abrió el que une a Paso de los Libres con Uruguayana-, Alfonsín y Sarney le sumaron al día siguiente un documento de fuerte contenido político: la Declaración de Iguazú.

En él, además de hacer una fuerte defensa del sistema democrático, los presidentes plantearon claramente la necesidad de una integración política y económica de tipo bilateral y con el resto de los países de la región.

En el punto 8 de la Declaración señalan claramente: “(los presidentes) Concordaron igualmente en cuanto a la urgente necesidad de que América Latina refuerce su poder de negociación con el resto del mundo, ampliando su autonomía de decisión y evitando que los países de la región continúen vulnerables a los efectos de políticas adoptadas sin su participación. Por ello, resolvieron conjugar y coordinar los esfuerzos de los respectivos gobiernos para la revitalización de las políticas de cooperación e integración entre las naciones latinoamericanas”.

“Eso sin duda fue el puntapié inicial del Mercosur, porque la búsqueda era primero desarmar la desconfianza y después llegar a una especie de Mercado Común, como el europeo. Decían que a partir de acá empezamos la expansión sudamericana. Inmediatamente después Paraguay y Uruguay se sumaron. La idea era hacer una cosa lo más amplia posible y más independiente también, porque los países del pacífico tenían una tradición un poco más pronorteamericana. Chile, Perú y Colombia. La idea no era atacarlos por eso sino darles una oferta que pudiera ir unificando a América Latina. Eso no funcionó porque Menem, apenas asumió, si bien firmó el Mercosur lo usaba como cosa secundaria, porque lo central era el alineamiento incondicional con los Estados Unidos”, señala Muiño.

Treinta y seis años después de la Declaración de Iguazú y a treinta de la creación del Mercosur, es imposible saber qué pensaría Raúl Alfonsín de la realidad actual de su sueño de integración. En cuanto a José Sarney, lo dijo sin eufemismos en la última entrevista que concedió: “Nosotros pensamos en una integración física, de áreas productivas, de complementariedad, en un modelo soñado, el de Europa. Concebimos eso en el Tratado (de Integración, Cooperación y Desarrollo) de Buenos Aires, en 1988. Una integración por etapas, política, cultural, económica, para fortalecernos ante el mundo y crear oportunidades de desarrollo. Esas ideas están vigentes. Pero salimos del gobierno y los que vinieron después buscaron sólo que aumentara el comercio. Aumentaron las disputas, vinieron las peleas por el precio de las manzanas, de los zapatos, cosas de menor visión. Perdimos aquella idea grandiosa del Mercosur, de sumar países hasta llegar a una América del Sur unida. Esa era nuestra visión. Eso fue, poco a poco, destruido”. (Infobae)

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