Emoción, decepción y ufff, otro iceberg

Por Oscar Martínez.- "Todo hecho está encadenado en el mejor de los mundos posibles; pues si no te echaban del castillo, si no te entregaban a la Inquisición, si no lo perdías todo, hoy no regarías tus repollos, ni comerías esta mermelada de cidra y pistacho, Cándido". "Bien dicho Pangloss, pero ahora lo importante es dedicarnos a cultivar nuestra propia huerta", Voltaire (1694-1778); de "Cándido o el optimismo" (1759); capítulo XXX: Conclusión.
Pocos reconocerían el rostro del ingeniero aeroespacial Edward A. Murphy Jr., pero seguramente todos conocen la ley, que con su nombre se ha hecho célebre en todo el mundo. El principio empírico que enuncia la Ley de Murphy, palabras más, palabras menos, es el siguiente: "Si algo puede salir mal, saldrá mal". No lo duden. Las tostadas caerán al piso del lado de la mermelada, la fila elegida para ser atendido será siempre la más lenta; cuando haya que anotar algo urgente en un papel no habrá lapicera, si hay lapicera, faltará papel, y si conseguimos ambas cosas, se acabará la tinta. Así, hasta el infinito. Bueno, ayer me pasó. Todavía tenía mi cabeza en las vacaciones que no tuve, esa necesidad de arena y mar que se me quedó encerrada en el barbijo. Y no podía siquiera imaginarme que el fútbol del ascenso ya volvía. Y cuando me intimaron a entregar la columna pasó. La computadora no tenía batería, nunca encontré el diario para ver qué decía Diego Oviedo y cuando lo puse a Marcelo Muriel, ya había hecho su análisis de lo vivido por Atlético en estos días de preparación. Claro que de ésto no tiene la culpa Murphy sino yo, pero a alguien debo responsabilizar. El Gobierno me lo enseña todos los días.
Entonces recordé lo que habíamos vivido hace poco, cuando estuvimos en la puerta de pelear el ascenso a Primera con un equipo que nos devolvió la identidad. Aquella vez aparecieron dos iceberg, esos cubitos grandores que suelen navegar casi hundidos y cuando uno menos lo espera, ¡zas! te mandan al fondo del mar. Entonces nos quedamos sin la gloria, pero con la memoria recuperada y la ilusión intacta. Pensé que el regreso sería igual, y el equipo me lo hizo creer. Pero me pasé de optimista.
El primer tiempo fue a pura emoción, con buen traslado y conteniendo al local. Igual ellos tuvieron sus chances porque la defensa, al igual que la mayoría de las que ha preparado Walter Otta, sigue siendo indefendible. Y nos hicieron dos goles. Pero aún sin el poderío ofensivo del torneo anterior, Atlético consiguió igualarlo para cerrar 45 minutos excitantes. Y me preparé para una segunda etapa electrizante.
Me acordé de Murphy, de Voltaire y de mi candidez, porque el resto del partido no sólo fue un bodrio sino que, además, perdimos por un grosero error defensivo y una falta de actitud alarmante para buscar la victoria. "Para ganar un partido lo más fácil sigue siendo tener la pelota", dijo cierta vez Sir Alex Ferguson, que algo sabe de fútbol. Y Atlético optó por entregársela al rival. Un rival bastante tibio, por cierto, pero que supo valerse de cada ventaja que entregó la Crema. Y cuando el partido se moría, cuando parecía que ya nada pasaría en una etapa en que realmente nada pasaba, otra vez el cubito gigante. Y el optimismo fue a parar al fondo de ese mar que extraño.
En la derrota ante los sanjuaninos no sólo se perdió la posibilidad de iniciar este certamen sumando para esperar el próximo partido en el Monumental con la ilusión a pleno. Sino que se perdió la línea que se había trazado en el corto torneo anterior, la de buscar siempre ser protagonistas. Hay tiempo, esto recién empieza y parece haber material para recuperar esa memoria cercana, pasar esta vez de la decepción a la emoción evitando los iceberg. A pesar de todo, mantengo mi optimismo porque "Soñar es la actividad estética más antigua". Pero esto último no lo digo yo, sino un tal Borges.